Me dijeron que coloree el mundo pero me dieron solo negro y blanco, lo primero que pensé es que era una broma, pero en aquel entonces todo tenía el mismo color que el aire, y distinguir las sisas de las cosas, era una tarea titánica, por lo que entonces, comencé a delimitar las cosas de las sisas usando el color negro y entonces ya se podía pasar por los lugares sin llevarse nada por delante. Una vez concluida la obra, me di cuenta que no había sido una broma y que ya pudiendo ver los vértices, las aristas, los lados, los ángulos y la circunferencia de cada cosa, ya nada era un estorbo invisible hacia donde me dirigiera... pero claro, sin querer y sin darme cuenta, inventé el límite.
En alguna parte de mí había una duda... para que cuerno me habían dado el blanco si con el negro me bastaba... pero después de mucho andar, me dí cuenta que las rayas de los límites se cruzaban unas con otras y que en los lugares que estaban muy cargados de cosas, no se sabía bien que terminaba en donde y donde empezaba el qué... por lo qué, y esto debo aclarar, que fue un feliz infortunio, algo de blanco se juntó con el negro y reconocí algo nuevo al que sin ser ni negro ni blanco decidí ponerle de nombre gris. Este nuevo color al que llamé gris, me fue de mucha ayuda, ya que pinté el relleno de aquellas aristas, de aquellos ángulos, de aquellos lados y los adentros de las circunferencias de cada cosa y aunque no lo crean el universo invisible que había a mi alrededor se había apocado al espacio que existía entre grises y negros. Sin saberlo entonces, tal vez maravillado por la extenuante obra, había puesto más límites al límite que ya en el pasado había logrado.
En alguna parte de mí había una duda... para que cuerno me habían dado el blanco si con el negro me bastaba... pero después de mucho andar, me dí cuenta que las rayas de los límites se cruzaban unas con otras y que en los lugares que estaban muy cargados de cosas, no se sabía bien que terminaba en donde y donde empezaba el qué... por lo qué, y esto debo aclarar, que fue un feliz infortunio, algo de blanco se juntó con el negro y reconocí algo nuevo al que sin ser ni negro ni blanco decidí ponerle de nombre gris. Este nuevo color al que llamé gris, me fue de mucha ayuda, ya que pinté el relleno de aquellas aristas, de aquellos ángulos, de aquellos lados y los adentros de las circunferencias de cada cosa y aunque no lo crean el universo invisible que había a mi alrededor se había apocado al espacio que existía entre grises y negros. Sin saberlo entonces, tal vez maravillado por la extenuante obra, había puesto más límites al límite que ya en el pasado había logrado.
Dormí, dormí después de la Dantesca obra, descansé y fui por acá y por allá disfrutando de la forma de las cosas, del espacio entre ellas, ya no era todo obstáculo, ni tampoco rayas inconclusas que se mezclaban caóticamente en un universo transparente...
Claro, todo estaba patas para arriba... tal vez... ya que cabía la posibilidad de que estuviese patas para abajo, o hacia la derecha... o hacia la izquierda... cómo saberlo, si al fin y al cabo no existía punto de referencia! En aquellos tiempos en lo que todo era transparente todo existía contenido tangible en una nada absoluta e invisible que se desparramaba hacia todos lados sin permiso ni vergüenza!
Fue de gran ayuda delimitar la nada, pero como dije antes, sin querer inventé el límite y con el límite llegaron las vergüenzas y por supuesto llegadas las vergüenzas, los permisos no se hicieron esperar. A pesar de estar todo prolijamente delimitado y que ya cada cosa ocupaba claramente su lugar y una y otra no tenía que ver más que en su propia cercanía, todo seguía siendo un caos ya que faltaba el bendito punto de referencia... pensé mil y un manera de solucionar esto... cómo hacerlo!
No poseía más poder que pintura negra, blanca y el poder notar cada cosa en la transparencia. Debo ser claro que el azar es tal vez, el mejor compañero de aquel que busca respuestas, ya que sin querer, en un momento que jugaba con la pintura blanca pensando en como solucionar este dilema, una cosa cayó dentro del espeso líquido y salpicó aquello que lo rodeaba, en un primer momento debo decir que mi reacción fue de enojo... tanto tiempo empeñado en dejar todo prolijo y por pavada semejante dejar salpicada semejante obra con vergüenza y deshonra... No podía creer lo rápido que algo bien hecho puede quedar arruinado... Para que se den una idea, del enojo, la desidia y la vergüenza que me causaba esa salpicadura estuviera donde estuviera, de ese caos absoluto sin arriba, abajo, sin derecha, sin izquierda... sabía perfectamente la ubicación de aquella deshonrosa pintura blanca salpicada en las cosas grises de límites negros envueltas por la invisibilidad de las cosas que todo lo unen.
Sin darme cuenta, en ese momento, había puesto al fin un punto de referencia.
Por lo que después de mucho meditar y poder sortear con ahínco los sinsabores y las glorias que el hacer trae consigo, me dediqué a iluminar todo con matices blancos sobre lo gris, sobre lo negro, usando como punto de referencia aquella falta de atención momentánea, pero a pesar de momentánea, surtiría en mi destino una marca profunda y eterna.
Al iluminar las cosas, sin dudas puse arriba y abajo a los límites, izquierda y derecha a las vergüenzas y sombras, a los permisos.
Todo lo demás se dio solo ya que una vez que lo transparente se hace tangible, el caos tiene un orden y al haber orden hay luz, y al haber luz, hay vida.
Fue de gran ayuda delimitar la nada, pero como dije antes, sin querer inventé el límite y con el límite llegaron las vergüenzas y por supuesto llegadas las vergüenzas, los permisos no se hicieron esperar. A pesar de estar todo prolijamente delimitado y que ya cada cosa ocupaba claramente su lugar y una y otra no tenía que ver más que en su propia cercanía, todo seguía siendo un caos ya que faltaba el bendito punto de referencia... pensé mil y un manera de solucionar esto... cómo hacerlo!
No poseía más poder que pintura negra, blanca y el poder notar cada cosa en la transparencia. Debo ser claro que el azar es tal vez, el mejor compañero de aquel que busca respuestas, ya que sin querer, en un momento que jugaba con la pintura blanca pensando en como solucionar este dilema, una cosa cayó dentro del espeso líquido y salpicó aquello que lo rodeaba, en un primer momento debo decir que mi reacción fue de enojo... tanto tiempo empeñado en dejar todo prolijo y por pavada semejante dejar salpicada semejante obra con vergüenza y deshonra... No podía creer lo rápido que algo bien hecho puede quedar arruinado... Para que se den una idea, del enojo, la desidia y la vergüenza que me causaba esa salpicadura estuviera donde estuviera, de ese caos absoluto sin arriba, abajo, sin derecha, sin izquierda... sabía perfectamente la ubicación de aquella deshonrosa pintura blanca salpicada en las cosas grises de límites negros envueltas por la invisibilidad de las cosas que todo lo unen.
Sin darme cuenta, en ese momento, había puesto al fin un punto de referencia.
Por lo que después de mucho meditar y poder sortear con ahínco los sinsabores y las glorias que el hacer trae consigo, me dediqué a iluminar todo con matices blancos sobre lo gris, sobre lo negro, usando como punto de referencia aquella falta de atención momentánea, pero a pesar de momentánea, surtiría en mi destino una marca profunda y eterna.
Al iluminar las cosas, sin dudas puse arriba y abajo a los límites, izquierda y derecha a las vergüenzas y sombras, a los permisos.
Todo lo demás se dio solo ya que una vez que lo transparente se hace tangible, el caos tiene un orden y al haber orden hay luz, y al haber luz, hay vida.
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