El café humeando sobre el vano de la ventana
el rayo del sol dando vida al vapor de agua
que de la taza al cielo se sublima y sin saber
se lleva con él, como una caricia, el aroma del café
que por doquier se desparrama y a cada rincón llena
de calidez y compañía, execrando la oscuridad plena
y dando a la garganta, el suave sabor apenas amargo
dentro de una boca, que a fuerza de amor,
lo amargo le sabe dulce y lo dulce así le sabe.
Un café para un presente,
un hombre con un pasado,
una ventana
por donde se mira al futuro,
y más allá, a unos pasos de distancia
una puerta sin llave que espera ser abierta.
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