No soy el dueño
de ninguno de mis secretos,
a los que sueño,
y por enemigos, los detesto.
A ellos que niego,
por los que reniego,
a los que por apego
jamás me despego.
Soy de ellos, preso,
en todo momento
marcan los tiempos
hacen de mi vida su juego.
La culpa, el yerro,
la pena, el infierno,
el castigo en el fuego
del tridente viejo
El alma en duelo
por el frío cuerpo
que en silencio
se va despidiendo
teniendo el veneno
de cada secreto
asesino y compañero
en el sendero a lo eterno.
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