Me resisto al olvido
a transformarme en las cenizas que piso
a dejar atrás lo que seré
y abrazar lo que ya no es
siendo el ser
sólo un sórdido recuerdo.
Me resisto al paso del tiempo
aunque deja mella en mi camino;
miro, aún fresca la huella en la orilla del río,
me recuerda que ahora existo
y que no todo lo que he ganado
tarde o temprano estará perdido.
¿Serían tan verdes las praderas que hoy recuerdo?
¿Por qué el ocre marchito del bosque otoñal todavía me sabe a nostaliga?
¿Quiénes exigen mi presencia
son los mismos, que sin pausa,
me llaman y atormentan?
No pretendo que sean dulces las caricias
del sol,
de la brisa,
de la lluvia,
si el último abrazo
le pertenece a la tierra.
No me mal entiendas
soy más de aquí que del otro lado,
nada de lo que fui lo he olvidado
ni me perdí en el sin querer
de este juego sin parates
en el que coqueteo
con la vida y con la muerte.
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