despreocupada, desprendida
con las manos limpias y los ojos
bien abiertos mirando hacia el futuro;
estaba seguro que no temías
pues solo los inconscientes
no miran donde pisan.
Y corrí y te alcancé,
tu rostro no tenía ojos, ni sonirsas,
tu cabellera caía como una cortina
alrededor de toda tu cabeza
tus manos sin pulgares
tus piernas acababan en muñones
a los que usabas para deslizarte
por el aire, como si flotaras
sobre la densa niebla,
mientras un llanto alegre
o una risa cínica, te acompañaran.
Atónito me quedé sin gritar,
mirándote sorprendido
eras un espectro entre mis sombras
un deseo entre mis muertos
el ángel de los oscuro
mi súcubo carcelero
que me guiaba, como una luz,
por mis cementerios a mi propio destino.
Al despertar seguías ahí
ánima blanca sobre la sábana sangrienta
con los músculos del cuerpo retorcidos
por furia irracioanl y enojos ciegos
con cada sentencia, tu mano plateada
arrancaba el carmesí de mis entrañas.
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