Tal vez no me lo vayan a creer pues los escritores tenemos algo de mentirosos eso lo sabemos todos los que escribimos, y los que leemos, lo sospechamos al menos, un par de veces por obra.
Pero hoy, luego de casi treinta y ocho años de escribirle cartas a Papá Noel, por primera vez, recibí su respuesta.
Querido Estanislao:
Te puedo jurar que en estos siglos mágicos que llevo dando vueltas por el mundo repartiendo la producción que hacemos con los duendes durante todo el año, sos el único que siempre me ha escrito cartas y cartas y cartas preguntándome cosas tales como que cómo ando, o cómo están las cosas, o si me había tomado vacaciones o si necesitaba una mano para llegar con la producción de regalos para tal o cual año, etc, etc.
Por lo general, no soy de esos que contestan las cartas con otras cartas (te imaginarás que mis respuestas a: quiero un trenecito, un pony, unos autitos, un robot que vuela, una pelota y otras tantas otras cosas no podría ser otra más que: "Bueno, el 25 te lo hago llegar"; o "Ajá también me parece bonito", o "Eso este año se me hace imposible, pero si Cristo me autoriza para el año que t,viene revivo a tu...".
La insistencia de los duendes y de mi mujer, ante la persistencia en tu envío de misivas este año, han llenado el saco de mi paciencia por lo que me tomo el tiempo (que no tengo) para contestar tu "cartita".
Ellos (los duendes y mi mujer), me han preguntado por qué no mantengo cierto diálogo epistolar con algunos de mis escribientes, y la verdad es que dudo del por qué no lo hago.
Reflexionando sobre este destino ostrácico que me ha tocado, creo que uno de los motivos de mi falta de amigos (fuera de los duendes, súperman y mi mujer) es que no tengo mucho tiempo libre, lo que me aleja de esa capacidad natural para contar y compartir. No soy de esos que va por la vida contando sus cuitas, sus cosas y sus sisas por ahí, salvo (tal vez y con suerte) que salgan per se en alguna conversación.
No digo que no disfrute de una buena charla con alguien que siento íntimo y cercano (como los renos por ejemplo) pero por lo general, cuando salgo de la fábrica o es de noche o es de día (depende la época del año) y antes de ir a casa siempre vamos con mis cuadrúpedos compañeros a un iglú cercano a tomar un poco de cerveza caliente y hablar de cosas que nada tienen que ver con la navidad, regalitos, cartitas, ni nada por el estilo (te imaginarás que esas cosas nos resultan triviales ante el inminente calentamiento global y el derretimiento de los polos, lugar donde vivimos).
No cuento mis cosas, ni siquiera cuento mis anécdotas (las que son muchas) pero más que nada porque no se me ocurre ni cuándo, ni a quién hacerlo. Además tampoco me dan ganas de andar ventilando cosas que ni a mí me interesan en demasía.
Creo que esas son todas mis razones fundamentales por las que actúo de esta manera, aunque claro, que luego (desde estas razones) el abanico de porqués que se abre, es realmente inagotable.
Como si fuera una telaraña conceptual se mezclan entre estas razones (ya citadas más arriba) con otro montón de de excusas: el por qué le va a interesar, el para qué contar esto si ya pasó, esto no me lo cree nadie (ni yo) o directamente no tengo ganas, porque no tengo ganas, y se acabó. ¡Qué tanto bla, bla, blá?
A muchos les parece que es algo complicado, pero realmente, es muchísimo más complejo de lo que parece y se imaginan. No tiene idea de lo que es ser Papá Noel en la noche de navidad, menos se lo imaginan el resto del año donde me olvidan por completo o me usan de amenaza para que los niños se porten bien.
Igualmente es algo con lo que aprendí a convivir por lo que entonces podría decir que lo complicado se ha vuelto costumbre y como toda costumbre termina siendo algo natural, para mi ser como soy y hacer como hago es algo natural, en cambio enviar alguna carta o informar a cualquiera algún qué, tan solo para contar, es algo completamente antinatural.
Como los timbres (que son antinaturales). Yo no soy de esos que al llegar tocan el timbre o golpean a la puerta esperando que alguien le abra. En el polo norte ni siquiera usamos llaves por esto es que me tomé la costumbre de ingresar a los lugares donde la puerta está siempre abierta o por la chimenea o por algún lugar que alguien haya dejado abierto para que deje los regalos que me pidieron (solo un idiota pensaría que me desintegro y vuelvo a integrarme al lado del arbolito para dejar los paquetes de los pedidos que me hicieron).
Es cierto que en el Polo hace mucho frío, y también es cierto que los días y las noches a veces duran meses. No estamos tan solos acá, cerca de los años sesenta del siglo pasado se mudó cerca del castillo que compartimos con mi mujer, los renos y los duendes, Súperman, así que decidimos dividir con él los gastos de calefacción, electricidad, el cable y también el Wifi.
Lo más complicado es la época en que las osas polares andan en celo, mejor no te vistas de blanco y te pierdas en el hielo porque más de uno ha vuelto rengo pero sonriente.
En cuanto a tu pregunta de cómo hago para entender las cartas de todos los chicos del mundo, en sí, antes las leía a todas, teníamos contratados un séquito de traductores, de lingüistas, de farmacéuticos (que siempre entienden la letra de los doctores), de escribanos y de abogados que nos iban asesorando en cómo actuar ante tal o cual situación. Hasta que un día un abogado vendió los secretos de nuestra fábrica a un tal Mattel y decidimos indemnizar a todo el personal que no trabajara haciendo juguetes y los despedimos, los demás formamos una cooperativa y como soy el más mediático de todos quedé como cara de la empresa, pero no, no soy el presidente de la Feliz Navidad, aunque el Jo-Jo-Jo, lo tengo registrado.
No fueron todas buenas épocas, hubo momentos en los que tuve que firmar un contrato con una empresa gaseosa para que use mis colores y así recibir unos dividendos, te imaginarás que despedir a un abogado cuesta más caro que vender tu alma al demonio.
No me olvido cuando una de las famas llegó hasta aquí con una carta tuya en pleno verano: 15 de julio de 1985, me cuesta olvidar esa carta... ya que todavía hoy ignoro la respuesta de aquello que me preguntabas: ¿Por qué yo no fui con los Reyes Magos al pesebre donde nació Jesús aquel 25 de diciembre del año 0? Luego de buscar en las listas de los niños buenos, los regulares, los malos y los pendientes, me dí cuenta que nunca Jesús en toda su infancia apareció en ninguna de mis listas. Le pregunté a los duendes, a mi mujer y nadie me sabe contestar el por qué de esta ausencia. Pasados los años, viendo el desarrollo de cómo se fueron dando los hechos y después de pensar y calcular las situaciones, el único por qué que se me ocurre es que Jesús, en aquella época, era judío y por tal motivo, los jefes, nunca lo incluyeron en la lista de niños a recibir regalos o no, en la navidad.
En fin, tengo un cajón lleno de cartitas tuyas que aún hoy día me seguís escribiendo, espero haber respondido a todas tus preguntas (como te dije más arriba no soy de los que escriben), y que si te queda alguna duda no me la hagas saber, pues realmente no me interesa. Hay un montón más de personas a las que les podes torturar enviando misivas durante todo el año, todos los años, hasta cansarlas, te adjunto las direcciones de Melchor, de Gaspar y de Baltasar, también la de Superman y la del hombre Araña en Nueva York y la de Batman en Ciudad Gótica, te mando también la del ratón Pérez, la del hada de los dientes, la del hombre de la bolsa y la de Brigitte Bardot, que todavía no sé para qué cuerno la querés.
Espero no recibir más cartas tuyas, no me obligues a ponerle un cerrojo legal a tu lapicera y que tus hijos no reciban regalos en castigo por tus actos.
Que tengas una feliz navidad y un próspero año nuevo.
Con cariño
Papá Noel
P.D.: El heno y el agua se los dejan a los Reyes Magos, supongo que a mi nadie me los deja porque como no soy Rey, no pido nada a cambio de estar.
Pero hoy, luego de casi treinta y ocho años de escribirle cartas a Papá Noel, por primera vez, recibí su respuesta.
Querido Estanislao:
Te puedo jurar que en estos siglos mágicos que llevo dando vueltas por el mundo repartiendo la producción que hacemos con los duendes durante todo el año, sos el único que siempre me ha escrito cartas y cartas y cartas preguntándome cosas tales como que cómo ando, o cómo están las cosas, o si me había tomado vacaciones o si necesitaba una mano para llegar con la producción de regalos para tal o cual año, etc, etc.
Por lo general, no soy de esos que contestan las cartas con otras cartas (te imaginarás que mis respuestas a: quiero un trenecito, un pony, unos autitos, un robot que vuela, una pelota y otras tantas otras cosas no podría ser otra más que: "Bueno, el 25 te lo hago llegar"; o "Ajá también me parece bonito", o "Eso este año se me hace imposible, pero si Cristo me autoriza para el año que t,viene revivo a tu...".
La insistencia de los duendes y de mi mujer, ante la persistencia en tu envío de misivas este año, han llenado el saco de mi paciencia por lo que me tomo el tiempo (que no tengo) para contestar tu "cartita".
Ellos (los duendes y mi mujer), me han preguntado por qué no mantengo cierto diálogo epistolar con algunos de mis escribientes, y la verdad es que dudo del por qué no lo hago.
Reflexionando sobre este destino ostrácico que me ha tocado, creo que uno de los motivos de mi falta de amigos (fuera de los duendes, súperman y mi mujer) es que no tengo mucho tiempo libre, lo que me aleja de esa capacidad natural para contar y compartir. No soy de esos que va por la vida contando sus cuitas, sus cosas y sus sisas por ahí, salvo (tal vez y con suerte) que salgan per se en alguna conversación.
No digo que no disfrute de una buena charla con alguien que siento íntimo y cercano (como los renos por ejemplo) pero por lo general, cuando salgo de la fábrica o es de noche o es de día (depende la época del año) y antes de ir a casa siempre vamos con mis cuadrúpedos compañeros a un iglú cercano a tomar un poco de cerveza caliente y hablar de cosas que nada tienen que ver con la navidad, regalitos, cartitas, ni nada por el estilo (te imaginarás que esas cosas nos resultan triviales ante el inminente calentamiento global y el derretimiento de los polos, lugar donde vivimos).
No cuento mis cosas, ni siquiera cuento mis anécdotas (las que son muchas) pero más que nada porque no se me ocurre ni cuándo, ni a quién hacerlo. Además tampoco me dan ganas de andar ventilando cosas que ni a mí me interesan en demasía.
Creo que esas son todas mis razones fundamentales por las que actúo de esta manera, aunque claro, que luego (desde estas razones) el abanico de porqués que se abre, es realmente inagotable.
Como si fuera una telaraña conceptual se mezclan entre estas razones (ya citadas más arriba) con otro montón de de excusas: el por qué le va a interesar, el para qué contar esto si ya pasó, esto no me lo cree nadie (ni yo) o directamente no tengo ganas, porque no tengo ganas, y se acabó. ¡Qué tanto bla, bla, blá?
A muchos les parece que es algo complicado, pero realmente, es muchísimo más complejo de lo que parece y se imaginan. No tiene idea de lo que es ser Papá Noel en la noche de navidad, menos se lo imaginan el resto del año donde me olvidan por completo o me usan de amenaza para que los niños se porten bien.
Igualmente es algo con lo que aprendí a convivir por lo que entonces podría decir que lo complicado se ha vuelto costumbre y como toda costumbre termina siendo algo natural, para mi ser como soy y hacer como hago es algo natural, en cambio enviar alguna carta o informar a cualquiera algún qué, tan solo para contar, es algo completamente antinatural.
Como los timbres (que son antinaturales). Yo no soy de esos que al llegar tocan el timbre o golpean a la puerta esperando que alguien le abra. En el polo norte ni siquiera usamos llaves por esto es que me tomé la costumbre de ingresar a los lugares donde la puerta está siempre abierta o por la chimenea o por algún lugar que alguien haya dejado abierto para que deje los regalos que me pidieron (solo un idiota pensaría que me desintegro y vuelvo a integrarme al lado del arbolito para dejar los paquetes de los pedidos que me hicieron).
Es cierto que en el Polo hace mucho frío, y también es cierto que los días y las noches a veces duran meses. No estamos tan solos acá, cerca de los años sesenta del siglo pasado se mudó cerca del castillo que compartimos con mi mujer, los renos y los duendes, Súperman, así que decidimos dividir con él los gastos de calefacción, electricidad, el cable y también el Wifi.
Lo más complicado es la época en que las osas polares andan en celo, mejor no te vistas de blanco y te pierdas en el hielo porque más de uno ha vuelto rengo pero sonriente.
En cuanto a tu pregunta de cómo hago para entender las cartas de todos los chicos del mundo, en sí, antes las leía a todas, teníamos contratados un séquito de traductores, de lingüistas, de farmacéuticos (que siempre entienden la letra de los doctores), de escribanos y de abogados que nos iban asesorando en cómo actuar ante tal o cual situación. Hasta que un día un abogado vendió los secretos de nuestra fábrica a un tal Mattel y decidimos indemnizar a todo el personal que no trabajara haciendo juguetes y los despedimos, los demás formamos una cooperativa y como soy el más mediático de todos quedé como cara de la empresa, pero no, no soy el presidente de la Feliz Navidad, aunque el Jo-Jo-Jo, lo tengo registrado.
No fueron todas buenas épocas, hubo momentos en los que tuve que firmar un contrato con una empresa gaseosa para que use mis colores y así recibir unos dividendos, te imaginarás que despedir a un abogado cuesta más caro que vender tu alma al demonio.
No me olvido cuando una de las famas llegó hasta aquí con una carta tuya en pleno verano: 15 de julio de 1985, me cuesta olvidar esa carta... ya que todavía hoy ignoro la respuesta de aquello que me preguntabas: ¿Por qué yo no fui con los Reyes Magos al pesebre donde nació Jesús aquel 25 de diciembre del año 0? Luego de buscar en las listas de los niños buenos, los regulares, los malos y los pendientes, me dí cuenta que nunca Jesús en toda su infancia apareció en ninguna de mis listas. Le pregunté a los duendes, a mi mujer y nadie me sabe contestar el por qué de esta ausencia. Pasados los años, viendo el desarrollo de cómo se fueron dando los hechos y después de pensar y calcular las situaciones, el único por qué que se me ocurre es que Jesús, en aquella época, era judío y por tal motivo, los jefes, nunca lo incluyeron en la lista de niños a recibir regalos o no, en la navidad.
En fin, tengo un cajón lleno de cartitas tuyas que aún hoy día me seguís escribiendo, espero haber respondido a todas tus preguntas (como te dije más arriba no soy de los que escriben), y que si te queda alguna duda no me la hagas saber, pues realmente no me interesa. Hay un montón más de personas a las que les podes torturar enviando misivas durante todo el año, todos los años, hasta cansarlas, te adjunto las direcciones de Melchor, de Gaspar y de Baltasar, también la de Superman y la del hombre Araña en Nueva York y la de Batman en Ciudad Gótica, te mando también la del ratón Pérez, la del hada de los dientes, la del hombre de la bolsa y la de Brigitte Bardot, que todavía no sé para qué cuerno la querés.
Espero no recibir más cartas tuyas, no me obligues a ponerle un cerrojo legal a tu lapicera y que tus hijos no reciban regalos en castigo por tus actos.
Que tengas una feliz navidad y un próspero año nuevo.
Con cariño
Papá Noel
P.D.: El heno y el agua se los dejan a los Reyes Magos, supongo que a mi nadie me los deja porque como no soy Rey, no pido nada a cambio de estar.
1 comentario:
Perdona si no creo en Santa Claus; soy tan clásica que lo mío son los Reyes Magos de Oriente.
Curiosamente compartimos tradición, desde mi tierna infancia no he dejado ningún año de escribir la carta (de papel) y depositarla en correos. Algunas veces la comparto en mi espacio de escritura ... pero pocas.
Es sólo mía y ... de ellos.
Este año quisiera pedirles ...
"Mi Norte y Sur, mi Oriente y Occidente, mi día laborable y mi domingo ocioso, mi noche, mi mañana, mi charla y mi canción."
Amor, aunque la noche ha muerto, su sueño aún preside este día Poeta ...
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