He visto a la ninfa del lago
la misma que supo custodiar
la espada del utópico reino
la misma que en lo hondo
se sienta a esperar
que el sediento caminante
se asome silencioso
a la vera de su muerte.
La he visto levantarse
como empujada por el viento
como si un demonio avivara
esa llama que arde adentro
y le impulsara, y le dijera,
que ya basta de aguantar esa soberbia
con la que tantos la maltratan
que ya basta de aguantar el descuido
con el que tantos la abrevian.
Se levantó endemoniada
soberbia, única y disparatada,
arrojando gotas de su sangre
sobre los rostros impávidos e ignorantes
que indecisos no sabían si quedarse o correr,
la vi ahogarlos en sus propios gritos
con su propia saliva ardiente,
la vi tomarlos por el cuello
y romperles el cráneo contra la orilla de piedra
la vi reírse desencajada
y hundirse de nuevo en lo hondo del agua.
La sangre en mis manos
la verdad en mis ojos
sin culpa en el alma
y encarcelado pues nadie cree
que he visto a la ninfa asomarse
e impartir justicia
sin compasión alguna.
la misma que supo custodiar
la espada del utópico reino
la misma que en lo hondo
se sienta a esperar
que el sediento caminante
se asome silencioso
a la vera de su muerte.
La he visto levantarse
como empujada por el viento
como si un demonio avivara
esa llama que arde adentro
y le impulsara, y le dijera,
que ya basta de aguantar esa soberbia
con la que tantos la maltratan
que ya basta de aguantar el descuido
con el que tantos la abrevian.
Se levantó endemoniada
soberbia, única y disparatada,
arrojando gotas de su sangre
sobre los rostros impávidos e ignorantes
que indecisos no sabían si quedarse o correr,
la vi ahogarlos en sus propios gritos
con su propia saliva ardiente,
la vi tomarlos por el cuello
y romperles el cráneo contra la orilla de piedra
la vi reírse desencajada
y hundirse de nuevo en lo hondo del agua.
La sangre en mis manos
la verdad en mis ojos
sin culpa en el alma
y encarcelado pues nadie cree
que he visto a la ninfa asomarse
e impartir justicia
sin compasión alguna.
1 comentario:
Como siento que estoy agonizando y sé que no volveré a decir palabra, que no sobreviviré a la tierra, que no seré convocada de nuevo ... que no soy flor aún, sino una espina, y el áspero polvo se instala en mis costados ... yo te invoco Maestro.
A mi alrededor piensan que no ves. ¿Cómo pueden saber que ves si no nos salvas?
En el crepúsculo de verano ¿estás lo bastante cerca para oír el terror de tu criatura?, o ¿no eres tú aquel que me cultivó ... Poeta?
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