En la tibia mañana
el rayo del sol
que remolón recién despierta
coquetea entre las hojas
de un viejo olmo
que a la vera del río descansa,
a su sombra,
recibiendo el reflejo de febo
brilla en ámbar la tez blanca
de una muchacha que sentada
sonríe ruborizada
ante los avances de un hombre
que busca de alguna manera
llegar a lo más hondo de ella.
Tal vez esté trinando el pajarillo
que sobre la rama espía
como ella y él, con celosía,
se seducen dulcemente.
Pareciera que un velo de vergüenza
los cubre con una gasa
él pareciera querer tomarle la mano
ella en cambio quisiera
que él ya la hubiera tomado.
En su tez blanca, su rubor
la vuelve más niña
en su mirar el candor
la muestra como mujer.
el rayo del sol
que remolón recién despierta
coquetea entre las hojas
de un viejo olmo
que a la vera del río descansa,
a su sombra,
recibiendo el reflejo de febo
brilla en ámbar la tez blanca
de una muchacha que sentada
sonríe ruborizada
ante los avances de un hombre
que busca de alguna manera
llegar a lo más hondo de ella.
Tal vez esté trinando el pajarillo
que sobre la rama espía
como ella y él, con celosía,
se seducen dulcemente.
Pareciera que un velo de vergüenza
los cubre con una gasa
él pareciera querer tomarle la mano
ella en cambio quisiera
que él ya la hubiera tomado.
En su tez blanca, su rubor
la vuelve más niña
en su mirar el candor
la muestra como mujer.
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