entre las danzantes hojas de los árboles verdes.
Las nubes, lejos de evanecerse,
empujadas por las cálidas brisas estivales,
tapan pudorosas a las celestes
estrellas que desnudas brillan en lo alto
mostrando impúdicas con desacato
su magia, su amor y sus delirios.
Los lobos, eternos solitarios,
compañeros de hechiceros retirados
aúllan poderosos a las sombras,
y gruñen, entre hambrunas y silencios,
a fantasmas que los huesos de los muertos no enterrados
van buscando permiso y redención
de ese mundo que se ha vuelto inalcanzable.
Los cuervos perdidos, único nexo entre el báratro y el cielo,
intentan advertir a los nocturnos caminantes
que una dama de blancos huesos y semblante negro
anda por ahí deambulando buscando alimento
con el que pueda saciar su horrible tormento.
No hay mármoles que nos recuerden a los perdidos en el bosque,
a los que no pudieron orientarse, levantarse o escaparse
de sus atroces mordidas y sus terribles miradas.
En algunos troncos aterrorizados y silentes de árboles que envejecen
hay marcas escritas con sangre seca y navajas desafiladas
huellas que advierten que la muerte solitaria
deambula en las noches buscando
saciar su cuota alimentaria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario