en una oscuridad que abraza y acompaña
la tormenta del adiós y la soledad
pareciera quedar atrás de aquel cristal
que con el tiempo a perdido
tanto el grosor como la importancia.
La muerte no se quedó el tiempo suficiente
como para arrebatar la última luz guardada
en el fondo de un cajón atiborrado de fotos y deseos.
Hay sonrisas guardadas para el invierno
paleativas de esas lágrimas que el infierno
se porfia en sacar a fuerza de tortura
dolor y desesperanza.
Me sorprendo en el silencio
con el recuerdo de tu voz trémola
diciendo las palabras que hacían
al corazón desprevenido,
abrirse y entregarse sin temor alguno.
La vida no vive el tiempo suficiente
para sanar las heridas que en lo más hondo calan
no son los más fuertes los que sanan
ni cobardes los que olvidan,
la vida puede, en el sinquerer,
hacernos entender, de qué estamos hechos.
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