La inmensa melena leonina
dorada cual febo al mediodía,
los labios trémolos por ardientes
y las brillantes perlas de sus dientes
que al sonreir roban
la cordura de los cuerdos
la mesura de los locos.
Sus largos dedos que a todo llegan
la pasión con caricias logran
y hurgan por los rincones
saciando las necesidades
que al espíritu confunde
y al cuerpo estremece.
Su delicada y corva cintura
quebrada por el calor de sus llamas
que abierta y húmeda se entrega
sin pudor y displicente
al amante que la tiene,
que la subyuga y la posee,
hasta caer rendida
sobre sus carnosos pechos
llenos de amor y lujuria.
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