Me revuelvo en la ira
y en el lodo del resentimiento
la bilis que de mi hígado escapa
se desborda por mi boca
y en un vómito furioso
escupo toda la mierda que llevo dentro
con tos, escupo pedazos de carne
y chorros de sangre bordó
tiñen el suelo que me cubre
de rodillas, vulnerable, detestable,
pues en mi el morbo sigue revolviendo
con odio todo pensamiento perdido en el tiempo
y el rencor, entre mi ser y mi no ser
cega toda razón y a mis ojos necios
que solo ven, lo que pueden ver.
La muerte crece en mí como un tumor irrefrenable
y nada importa ya, pues todo está perdido,
aquellos que dieron ya se llevaron su parte
aquellos que amaron ya reclamaron la sangre
de esos a los que amaron y tarde o temprano
sin despedirse siquiera, partieron.
El silencio se apodera de mis venas,
las endurece, las enfría, las seca,
y el árido polvo que fluye dentro de ellas
se desparrama como las mentiras,
como las injurias, como la ofensa,
el verbo falaz y el improperio
entre esos quienes utilizan estas armas
en propio beneficio.
Mis entrañas queman pues el odio me carcome
y escucho esa macabra risa que contagia
de tal manera, que aseguro que quien se venga cree
que tal ambrosía, sólo debe comerse fría
porque así le causa placer a los dioses.
Bestias lóbregas, obreros del cinismo,
sigan el camino ya trazado
he de estar cada vez más cerca
y ustedes, ignorantes, ciegos y soberbios,
de mi presencia siquiera se dan cuenta.
Aquí estoy, respirando tras tu espalda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario