Cuando pienso
que ya nada puede sorprenderme
de la nada aparece un algo
brillante u opaco
que sin quererlo
me deslumbra.
Cuando creo
que ya nada debe sorprenderme
de lo cotidiano se desprende un algo
normal u ordinario
que sin quererlo
se vuelve extraordinario.
Cuando siento
con seguridad que nada me sorprende
aflora en mi un sentir profundo
real y luminario
que me enseña a darme cuenta
que uno vive equivocado.
Aunque piense
crea y sienta
que nada haya que sorprenda
me sorprendo nuevamente
por caer,
en otra trampa de la mente.
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