He oído cerca del río
el canto cantor de un grillo paseandero
que tenía un cancionero
repleto de armonías
que en estos días
la verdad
ya ni se escuchan.
Me senté en la orilla
a gozar la musiquilla
cuando de repente, alocadamente
del fondo del río saltó un sapo
que comió y mató al grillo
en tan solo un bocado.
Me sentí algo defraudado
y exigí al sapo
que cantara el cancionero
que el grillo, alguna vez supo cantar
mas el sapo traicionero
de un salto volvió a su río
sin explicación alguna dar.
Maldito sapo
que ofició de gobernante
destrozando en un tris el arte
con tal de saciar su propio apetito
sin pensar siquiera, ni importarle
más que él y su hambruna, nadie.
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