(*)"...¡Almas, almas, centenares de almas extrañas deslizándose unas encima de otras, ciegas entre sí pero con sus maliciosos ojos abiertos al aire que respiraban sus hijas!..." |
no era un escape
si no una suerte
de soledad concurrida
donde no había un ágape
en son de bienvenida.
Creyó que tendría
especial recibimiento,
o que hallaría
la tan ansiada respuesta
al mismo momento
que su luz perdiera la apuesta.
Deseó nunca entregarse
ni sorprenderse.
A lo conocido apegarse,
desde su fin, hasta
que la muerte verse
de toda su casta.
Como todo bolo,
de su viejo ser huyó,
escogió estar solo,
negándose a sí mismo
renegó, culpó y se recluyó,
tal era su cinismo.
Es el humano necio
pues a sus desventuras
pone en sobreprecio
y lo que a éste le sucede,
tal ventura,
jamás nada le precede.
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