en el abrazo nocturno del oscuro silencio,
siento que voy a morir
solo y sin el beso de nadie más que el de la muerte
y hay en lo más hondo de mí algo que me apreta el alma
no sé si es la paz que genera ese umbral que cruzamos dos veces
o esa falaz calma
que brinda el hecho de entregarse a quien amas sin argumentos.
Y al caer rendido entre los incestuosos amoríos de Nix y Orfeo
me encuentro perdido en el laberinto olvidado
con cadenas que cuelgan como un prófugo, reo,
de la parca que ríe al verme corriendo.
Sueño, que ojalá fueran las alas de mi ángel de la guarda
que me envuelven y acompañan hasta el primer sol de la mañana,
y no, de mi padre, su sombra parda
que me desprecia con su indiferencia y no me acepta ya en su morada.
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