Eran casi las cinco de la madrugada de una mañana de otoño cuando sonó el teléfono y la tía Ana atendió a las puteadas. Carlos, el tío había caído preso en la seccional de San Telmo. Parece que lo habían encontrado comprando drogas en un hotel de mala muerte por la calle Perú. Claro que el no había sido el único al que habían atrapado. Carlos estaba con un grupo mas de amigos a los que el llamaba la barra. El hecho en cuestión es que la tía Clara nos despertó con los gritos que su boca profería repleta de epítetos.
-Pelotudo, siempre lo mismo.- gritaba furiosa - si claro que no eran para vos sino para tus amigos...- con fastidio- que te saque Mandrake, ya estoy cansada de ser yo la que te saca de los quilombos...- renegona- Succioname un ovario!- la bocina del teléfono golpeo el aparato. Miranda entro con un tipo que según ella era un amigo del marido de ella, el tío Quique, y por lo tanto compartirían la cama.
-Esto no es un putero!- seguía puteando ahora contra Miranda.
-No claro, la gorda como no se puede ni masturbar porque la mano no le llega hasta la cachufleta anda por ahí rompiéndonos las bolas a todas las que si podemos.
-Va a ser mejor que me vaya..
-Vos no te vas nada y te vas poniendo en pelotas ahora mismo.- le grito- Vinimos a coger y vamos a coger a mansalva y si es necesario adelante de esta gorda reprimida y represiva!- Miranda estaba realmente desenfrenada.
Claro que nosotros, Tere, Clarita, Sebas y yo, nos mirábamos confundidos. Sebas que era uno de los mas grandes nos miraba comprendiendo que nosotros no comprendiésemos, hasta parecía no llamarle la atención que nosotros sonriéramos graciosamente al ver estas situaciones familiares tan amenas para nosotros. El hombre se desnudo en plena sala obligado por Miranda que parecía una arpía. Lo inusitado fue ver las carnes colgantes de Ana que parecían los jardines de Babilonia, podríamos decir que sus bustos le llegaban a las rodillas y que sus nalgas acariciaban sus talones de una forma un tanto promiscua. Miranda comenzó a reír desenfrenada, se arrojo sobre Ana y comenzó a morderle las colgantes carnes que pendían como péndulo de aquí para allá, Ana gritaba de una forma rara. El hombre con un arma, o algo así en la mano izquierda, se abalanzo sobre las dos y se puso a gritar de una forma parecida a la que Ana gritaba mientras que Miranda la degustaba poco a poco. Una suerte de extraña lucha crecía entre estos tres que forcejeaban raramente... A decir verdad tanto a Tere, como a Clarita, como a mi, esa situación, que resultaba extraña, nos parecía un tanto agresiva, rutinaria y medio aburrida, encambio Sebas estaba distinto que de costumbre... Sebas estaba sudando abriéndose el cuello del pijamita, la lengua le colgaba un par de centímetros fuera de la boca, y abrazando a la pared le pegaba con la cintura y la cabeza, primero lento después, como decirlo, algo desesperado. Clarita, Tere y yo nos empezamos a reír mirándolo a Sebas actuando de esa forma tan rara. La puerta de calle se abrió violentamente, azotándose contra la pared. Un par de policías entraron en la casa con el tío Carlos que detrás de ellos ingresaba caminando despacio, meneando la cabeza de un lado para el otro haciendo un ruido gracioso con los labios. Ana, Miranda y el hombre pararon en seco, y Sebas se golpeo una mano con otra, después se cubrió el rostro y grito, grito tan fuerte, tan fuerte que llamo la atención de otros policías que entraban en fila repartiendo palazos a las tías y al hombre a medio vestir que forcejeaban con los oficiales vestidos de azul mientras que Carlos se echaba en un sillón cagándose de la risa. Los oficiales se acercaron, Sebas se encontraba fuera de control, mientras nosotros corríamos a nuestras camitas, el, se le montaba en la pierna a un oficial y contoneaba la cintura mientras esgrimía raros quejidos.
Las sirenas sonaban y resonaban mientras que iluminaban en forma roja circular la casa de la tía y las de los vecinos, los de esa vereda y los de la de enfrente. Nos agarraron a todos y nos introdujeron dentro de los carros celulares, menos al tío Carlos que era amigo del comisario, por eso lo habían soltado y lo habían llevado hasta la casa. Cuando Ana lo llamo desde la comisaria para que nos venga a buscar, el tío ya se había ido de locas y no nos buscaría hasta dentro de una semana después. Así era el tío.
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