Tal vez sea el delirio
de la fiebre incipiente
que hace arder la carne
y lograr el sinsentido.
Me repito, una y otra vez
(tomando el coraje del necio),
que no son fantasmas
los delantales que me rondan,
que nos son hadas
las manchas de la ventana,
que no son monstruos
los que en la pared caminan...
que esas salvajes amazonas
que de cuando en vez
me extraen la esperma
no son más que enfermas
quitándome sangre.
Me lo repito
una y otra vez
(con el coraje del necio),
que aquello que veo
es todo un delirio
de mi mente hirviente
por la fiebre que se desparrama,
Hasta aquella sombra negra
que a los pies de la cama
paciente, por mi espera.
de la fiebre incipiente
que hace arder la carne
y lograr el sinsentido.
Me repito, una y otra vez
(tomando el coraje del necio),
que no son fantasmas
los delantales que me rondan,
que nos son hadas
las manchas de la ventana,
que no son monstruos
los que en la pared caminan...
que esas salvajes amazonas
que de cuando en vez
me extraen la esperma
no son más que enfermas
quitándome sangre.
Me lo repito
una y otra vez
(con el coraje del necio),
que aquello que veo
es todo un delirio
de mi mente hirviente
por la fiebre que se desparrama,
Hasta aquella sombra negra
que a los pies de la cama
paciente, por mi espera.
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