La tristeza es un mal propio que aqueja y nos tortura,
somos nosotros quienes debemos perdonar a nuestras tristezas,
ellas nos enseñan que la vida tiene pies y cabeza,
tetas hermosas y un par de ojos que anque empañados ven
que a la vuelta de la esquina la sorpresa nos desvía y nos engaña
aunque sea tan solo por un mínimo segundo.
Nunca pido perdón por mi tristeza,
si me suplico perdón por creerla fea,
la vieras coquetona y llena de gracias,
como con su caricia me acompaña
hasta en la más gris de las soledades,
Hay veces que me sumerjo en ella
y nos sorbemos las almas de a poquito,
y nos amamos con los ojos, con las manos, con los tiempos,
y nos revolcamos entre las miserias y los sueños
y sin saber por qué en una lucha donde nadie nada,
una sonrisa escapa de su boca, como un agónico gemido,
y en un silencio se desvanece dentro mío,
A veces me siento al filo de la cornisa
a espiar los colectivos que llegan,
con la falsa esperanza que la tristeza baje de uno
y venga a visitarme aunque sea por un rato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario