Le informaron, le dijeron
que pasaba en aquel pueblo
una trampa habían tendido
en alguna parte del camino
por eso andaban sigilosos
sabiendo que era peligroso
hombres buenos de gran talla
dispuestos a dar batalla
esperaban escondidos
con lanzas, piedras y cuchillos.
Caminaron por el bosque
evitando toda senda
no sea cuestión que toque
la bella Diana su trompeta.
Tan luenga fue la caminata
que hasta las bestias de carga
se sentían agotadas,
los guerreros más varones
sentían húmedos los calzones
es que su vida estaba en juego
y de cansancio estaban llenos.
Cuanto cuidado, cuanto sigilo,
no se oía ni un ruido
ni los pajaron trinaban
ni a soplar el viento se animaba.
Llegando el anochecer
bajo un cielo azul celeste
buscaron donde guarecerse
teniendo tanta mala suerte
que se encontraron cara a cara
con quienes pergeniaron la emboscada
fue tan súbito el encuentro
que ambos dos se sorprendieron
desenvainaron sus espadas
sus cuchillos y sus lanzas.
Cual concierto resonaban
los hierros que chocaban
la hierba verde se teñía
de sangre roja borravina
se escuchaban los gemidos
los suspiros y los gritos
de los que enfrentaban a su suerte
cara a cara con la muerte.
Fue ardua y larga la pelea
todavía hay quienes la recuerdan
como una lucha sin sentido.
La tanta sangre derramada
acabó como cascada
enfermando al ganado
de aquel pueblo cercano.
Murió entonces el ganado,
por la sangre intoxicado
murieron niños y ancianos
por la peste de los soldados
que lucharon con honor
y murieron por amor
a ese estandarte que flamea
en otra parte del planeta
y ni siquiera los recuerda
como héroes de su tierra.
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