Sin por qués se estremecían,
al mirarse a los ojos
se fundían en el rojo
que sus carnes componían
Su amor dulce era ambrosía,
la pata sana del cojo,
mirados eran de reojo
por los que en nada confían.
Cure Dios la cruel desdicha
que amarga esos corazones
siembre en ellos mejor dicha
y los bañe con perdones.
Sepan... tarde es cuando espichan
para dar explicaciones!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario