Hoy no pasa nada,
veo la calle desde la ventana
de diez a diez y ocho
me encierro entre
cuatro paredes blancas
y de cuando en vez
espío la calle y la vida
que se florean allá afuera.
Mientras tanto escucho
un mil igual palabras
de cien mil distintas gentes
y el teléfono siempre igual
sonando constante,
insitente, impertinente,
sin siquiera mostrar interés
en qué estamos haciendo.
Y el jefe?
Igual que siempre
que la corbata, que el zapato,
que siempre la razón tiene
aunque tenga una balsa
en medio del desierto.
Espero paciente y tranquilo
a que suenen las seis campanas
que liberan mi cuerpo de esta cárcel
hecha de necesidades y papel moneda.
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