Si me pudieran sacar de aquí
de este encierro cruel y vil
que ha comido mi esperanza
dulce y tierna de estar en casa.
Lloro por mi libertad perdida
cuando en las cebras de la ventana
se posa el ave delicada
y con su canto hurga en mi alma.
¡Oh canto divino que a ultranza
das fuego y paz a mi mirada
pues no puede ver el mundo
encerrada entre cuatro muros!
Ríete luz opalina
astro rey del cielo oscuro
dibujando en mi suelo
los barrotes de este infierno.
Hay prisiones de cemento
que el pesar no escarmenta
del hombre vivo que da por muertos
a la razón y al sentimiento.
Ven con tu canto negro,
llévame a donde todos llegan,
pues no hay lugar más placentero
que aquel que añora el alma en pena.
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