Miraba la hora una y otra vez
estaba ansiosa porque fueran las diez
sabía que pronto llegaría
con las manos en los bolsillos
silbando bajito, caminando tranquilo.
Muy pronto él doblaría en la esquina
y ella, desde la ventana de su casa,
dulce, feliz y enamorada
de oreja a oreja una sonrisa
en su rostro se dibujaría.
Su corazón latía deprisa
desbocado en ansiedades
necesitaba esas caricias
que incondicional le regalaba
cada día que pasaba.
Apareció doblando en la esquina
y se quedó sin aliento al momento
en que una sombra devoró la imagen
del escueto y ducho caminante.
se le detuvo el corazón de miedo
sus gritos se ahogaron en silencio
las manos de él se hicieron puño
sus piernas se hicieron tenazas
la sombra lo poseía, lo dominaba,
lo montaba sobre la cintura
y mil y un certeros golpes
a su amor le proporcionaba.
Ella salió de su ventana, de la casa,
bajó de a cuatro peldaños la escalera
y al final llegó hasta la calle
corrió hacia la esquina
donde la sombra atacó a su amante
aunque ya no había sombras
ni señales de pelea
solo había un cuerpo tieso
tendido en lo oscuro
Se allegó hasta él corriendo
con lágrimas en los ojos
lloraba desgarrada y sin consuelo
pidiendo ayuda a vivo grito.
Sintió en su hombro una mano
que llamó calma su atención
al darse vuelta lo encontró
era él, era su amante
que sonriente y sangrante
prometía ya pasó
estoy bien y para vos
no tengas miedo por favor
llevame a casa a descansar
y a curar estas heridas
llamaremos a la policía
y que ellos se encarguen
del difunto malhechor.
Lo abrazó con sus dos brazos
lo besó con sus trémolos labios
volvieron juntos a su ventana
donde ella siempre esperaba
que las diez el reloj diera
y que doblando en la esquina
caminando en paz, él apareciera.
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