Era momento de dar el paso, todo estaba dado para que el paso sea un hecho y al darlo, con todo el miedo que esto implica, la suave pisada haría un estruendoso ruido, tal vez, porque todos se mantienen silenciosos y expectantes de quién sería el primero en darlo. Pues esta vez me tocó a mi, esta vez fue mi pie el primero en dar el paso. La responsabilidad es mía y de nadie más. Ahora sí que tengo el destino en mis manos y que todo depende de mi. No es hermoso liberarse de todo y cargarse con otra carga? No es hermoso saltar al vacío y saber que debajo de uno nada pasa? Uno llega a pensar que tal vez podría haber hecho ese paso de alguna manera distinta, pero no... para qué? Las cosas son como son y darle más vueltas a cualquier asunto nos hunde más en nuestras propias miserias. De qué sirve eso? De nada, simplemente en el hacer es donde uno puede llegar a encontrar quién es, cómo es y cómo y por qué hace lo que hace.
Voy en caída libre, ya nada me sostiene, he dado el paso que quería, el vacío me rodea pero siento una paz intensa en el corazón y en el alma. No creo haberme equivocado, tan solo creo haber dado el paso que necesitaba.
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