
que fui el que hizo porque quiso.
Por esta sangre ajena
que baña mis manos
de la que inocencia he bebido,
me castigarán,
sin siquiera preguntar
cual es mi necesidad o mi sufrir.
Si ellos supieran
que sus actos monstruosos
siempre me asustaron,
que con sus palos,
que con sus piedras,
siempre me acorralaron
y me arrinconaron
en el rincón más oscuro
de este pútrido infierno.
Salvajes bestias de enviciado corazón,
necios de respuestas,
ávidos de carne muerta,
que piensan lo que piensan
desde el ego y la soberbia.
Asesinos encubiertos,
violadores consentidos,
carroñeras bestias sois
vivís en el sinsentido.
Mi eternidad
padece de vuestra existencia
al igual que un cuerpo joven
se putrefacta por una bacteria.
Mínimos son, y sin embargo
hacen de este camino un letargo
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