Cuando el viento hinchó la vela
y el espumoso ponto
al fin dejó su blancura en la orilla
la osa mayor
desde algún peñasco de la verde isla
dió su último adiós
a la barca repleta en héroes
corajudos y sin miedo
pues sabían que jamás volverían
al puerto que los hizo hombres.
Las focas y las sirenas
nadaron a su alrededor
pregonando una dulce muerte
en lo hondo del mar salado,
en sus ojos, el destino era otra orilla
a la que jamás llegarían
pues será el vientre de Midgarg
su última morada.
Entregarse al destino es aceptar
que todos los caminos
conducen al mismo lugar,
el valor está
en el aplomo de tus pasos
cuando marquen su huella.
y el espumoso ponto
al fin dejó su blancura en la orilla
la osa mayor
desde algún peñasco de la verde isla
dió su último adiós
a la barca repleta en héroes
corajudos y sin miedo
pues sabían que jamás volverían
al puerto que los hizo hombres.
Las focas y las sirenas
nadaron a su alrededor
pregonando una dulce muerte
en lo hondo del mar salado,
en sus ojos, el destino era otra orilla
a la que jamás llegarían
pues será el vientre de Midgarg
su última morada.
Entregarse al destino es aceptar
que todos los caminos
conducen al mismo lugar,
el valor está
en el aplomo de tus pasos
cuando marquen su huella.
1 comentario:
Hay peregrinos que borraron su nombre en las arenas derrotadas del desierto, algunos traen selvas en los labios, hojarasca entre los dedos, tatuajes de un tiempo sin horas en los brazos, pupilas de ventisca.
Otros se rompieron la piel contra el salitre en el intento loco de gobernar locas naves sin gobierno. Los náufragos, los que se descuajaron junto a los mástiles en mitad del océano sin conciencia, acarrean a los hombres el sueño quimérico de los libros.
Mientras hilo la memoria Poeta ...
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