Cansado del incierto
de la soberbia
de la ignorancia
y de tanta esquena
que nada aguanta.
Cansado
del egoísmo y del qué me importa
de los que agreden silenciosos
y trascienden victoriosos
con sangre en las botas
que a otros regalaron
siempre a cambio de algo.
Cansado de este laberinto
de los terroristas del poder
de los malcriados del sistema
de los que lloran por llenos
de los que no dejan y tapan
de los que no quieren
cansado de cansancio
cansancio de querer;
de buscar y no poder
y no encontrar.
Cansado del verbo
que nunca alcanza
por su maluso
de la vasta inteligencia
y la ilimitada estupidez
de las posibilidades truncadas
por las falacias en su usanza
por las decisiones de pocos
que afectan a las de muchos
por estos muchos que todavía
no aprendimos a cuidar la casa.
Cansado de los que ejercen
en silencio la violencia
activos o pasivos,
con ojos sin brillo
y miradas grises.
Cansado del dolor
de las inocencias violadas
y del sufrimiento infligido
por gentes atormentadas.
Cansado de la torsión moral
de la manipulación del espíritu
de las leyes para muchos
y la justicia para pocos
de las desapariciones
de las armas, de la distorsión,
de la contorsión obligada
para sobrevivir en esta cultura
que prioriza la carne, el dinero,
y se olvida del alma.
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