no tienen nada que ver con el amor.
Hay noches en las que la soledad me inunda, me anega,
me refiere a otros tiempos y en cierta nostalgia
en un mar de lágrimas, me aventuro en un silente pasado
donde el recuerdo malicioso
acomoda la realidad según lo que mi ego disponga, o necesite.
Encontré que la mentira se viste de fe para darme algún respiro,
y que tal vez, la simple maraña de un deseo jamás vivido,
me arranca de las tripas esa fuerza
que me hace erguirme entre las sombras asa
y ser yo mismo en el mundo real y ser lo que otros quieren,
en mi propio imaginario.
A veces noto, que pequeñas palabras
como hola, ¿estás? o que duermas bien,
son tórridos candiles en la gelida noche
que nos cubren con suavidad y delicadeza
como para pasar, dejando atrás, otra sombra,
otro terremoto.
Hoy los deseos me acarician el jopo,
silenciosos me han arrastrado a creer,
por qué no, en que dentro de un rato
toda suerte cambia
y que mientras más limpios tengamos los ojos
y el alma,
más posibilidades tendremos de encontrar
aquello que andamos deseando
y que por realizado,
nos cuesta aceptarlo,
ya que toda realidad
bien distinta es al deseo
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