Te miré a los ojos, me miraste
te tomé las manos con mis dos manos,
te prometí darte un beso
profundo y sincero que te estremeciera hasta el último pelo
te sonrojaste bajo la luz de la luna
y soltaste mis manos, presurosa,
vergonzosa, pálida por tímida,
por la luz lunar, por la promesa dada,
sonreías tan grande y lindo
que tu sonrisa se veía desde lejos
con tus dientes blancos, alineados, perfectos,
con tus labios finos, delicados,
como los pétalos de una flor que ansiosa
espera por la mañana, al amanecer
para ser besada y penetrada por el sol,
por mi beso,
por mis labios inmaduros con necesidad constante
de besarte, de hacerte mía,
para que te sientas más mujer que nunca,
para que sientas que seré tu hombre por siempre, para siempre,
tuyo, solo tuyo, no una promesa,
tuyo entero en cuerpo y alma
y que me beses,
con la misma impaciencia de cuando éramos adolescentes
y bailábamos lentos, en la fiesta del club del barrio
bajo la pálida luz de la luna,
y por primera vez
mis labios y los tuyos se juntaron en un beso
un beso tosco, improvisado, inocente
sin ningún tipo de experiencia
intuitivos, apasionados,
nos miramos con los ojos llenos
con el alma plena, con el corazón abierto
y nos juramos y prometimos
ser y estar juntos por siempre.
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