En la madrugada del veinte de febrero Jonathan Sinclair arribó a Villa Traful en búsqueda de respuestas. Melanio Manon, dueño de un camping cito al lado del cementerio a orillas del lago, había tenido unos problemitas últimamente con la gente que se allegaba a su negocio. Por las noches unos gritos espantosos se escuchaban en la necia oscuridad precedidos siempre por unos sonidos similares a plantas moviéndose, a hojas agitándose. Después de esto, un silencio pétreo; no se escuchaba siquiera el zumbar de dos pequeñas alitas, ni el soplar del viento, ni el sonido de los huesos temblequeantes de los otros acampantes que por allí estuvieran, no había sonido flotando en el ambiente. A la mañana siguiente de estos gritos espantosos, apenas se encontraba un charco carmesí, espeso, que goteaba hacia la profundidad de un pequeño agujero en la tierra. Todo había comenzado hace cuatro años en uno de los tantos veranos sin lluvia, cuando después de una sequía bastante fuerte donde ni una gota había caído en tierra por meses, Melanio, hastiado y seco por el inclemente clima se emborrachó con un vino barato a orillas del lago y bajo el sol, quedó desmayado etílicamente, con el cuerpo anestesiado por completo, soñando con una lluvia que lo bañaba y caía sobre él haciéndole cosquillas... al principio la sensación era hermosa, pero la tormenta en su sueño se volvió virulenta y las aguas del lago se agitaban con fuerza, la desesperación lo golpeaba tan fuerte que su corazón latía perdiendo el ritmo a cada latido. Despertó en un grito, sintiendo el dolor de la tormenta azotándolo, sintió una extraña humedad en la rodilla, dormido aún sin usar la razón se tocó con la punta de los dedos y al llevarla frente a sus ojos se dio cuenta que esa humedad no era más que su propia sangre. Algo o alguien le había arrebatado la carne hasta el hueso de su pierna derecha, motivo por el cual ahora usa una muleta para caminar. Los mapuches de la zona le insistían que era una maldición por tener el camping al lado de tierra sagrada, pero Melanio no era supersticioso, ni creía en demonios, ni tampoco en zombis, ni en santos ni en ninguna de todas esas cosas, Melanio era un tipo práctico, no daba muchas vueltas, las cosas son como son, como quien dice al pan pan y al vino vino. Lo único que recuerda de aquella vez y con viva claridad fue el ver debajo de los huesos sangrantes un agujero profundo y silencioso, después se desmayó. Días más tarde despertó en el Hospital de la zona, donde una doctora lo atendió con dulzura y dedicación, ésta le dejó un muñón de lo más prolijito lo cual Melanio agradeció invitándola a cenar al camping apenas se sintiera mejor. Le preguntó el nombre, ella sonrojada y sonriente contestó Aluminé.
Aluminé era una hermosa doctora que cansada del ajetreo y estupidez de la gran capital se había acercado al sur para vivir más tranquila y olvidar. Las vueltas de la vida la habían llevado hasta allí y ahora se encontraba a sí misma caminando hacia el camping a encontrarse con Melanio, que de alguna manera sin saber por qué, le había caído bien... Llegó hasta el cementerio cito al lado del camping y el corazón se le fue a la boca, recordó películas y novelas leídas en su adolescencia y por supuesto la broma que sus compañeros de facultad le habían jugado el día que se recibió de médica forense encerrándola en la morgue junto a un cadáver que no estaba muerto y que en silencio y en la oscuridad se puso de pie y se le abalanzó por la espalda, ella se dio vuelta al escuchar un ruido detrás y el hombre que hacía de muerto y se acercaba para asustarla, se clavó el bisturí que ella estaba utilizando en una bisección. Ella gritó aterrada, la mala suerte fue para el hombre que cayó al piso con una arteria cortada... por estar cerrada la morgue el equipo de cirugía nunca llegó a tiempo. Murió en los brazos de Aluminé, ya que allí no disponía de los elementos necesarios para mantener los cuerpos vivos. Hubo silencio en el hospital ese día y el día siguiente y al tercer día Aluminé pidió el pase a la Patagonia y se vino a vivir al sur, ahora caminaba con el atardecer pintando de colores las cimas de las montañas desnudándolas de las nieves que las cubrían muy cerquita del lago. Por suerte, recordando, había dejado atrás los límites del cementerio y se encontraba con Melanio que la recibía con una sonrisa de oreja a oreja. Había preparado un asado y se disponían a comerlo a orillas del lago, tenía velas puestas en la mesa y había decorado todo para hacer de esa la noche perfecta. Trajo unas mollejitas y chinchulines crujientes, perfectamente asados. Apoyó la muleta al costado de la mesa y se sonrieron a la luz de las velas. Querés vino preguntó él, ella asintió sonriendo, sus ojos se llenaron de magia y se embobaron al ver sus lindas sonrisas, suspiró bajito, tomó la muleta y volvió hasta la casa para buscar la botella de vino que tenía preparada para esta ocasión especial, llegó hasta la cocina con la botella en mano, tomó el sacacorchos y al momento que cerraba el cajón de donde había quitado dicho utensilio un grito mórbido y seco le heló la sangre. Corrió desesperado tirando todo al suelo, incluyendo la botella de vino que se rompió en pedazos llenando el piso del líquido preciado. Llegó afuera y Aluminé ya no estaba, en su lugar, un charco de sangre en forma de sonrisa macabra goteaba hacia un pequeño agujero justo debajo de donde Aluminé hasta hace un rato estaba sentada y embobados uno a otro se miraban a los ojos desde lo más profundo de sus almas.
Aluminé era una hermosa doctora que cansada del ajetreo y estupidez de la gran capital se había acercado al sur para vivir más tranquila y olvidar. Las vueltas de la vida la habían llevado hasta allí y ahora se encontraba a sí misma caminando hacia el camping a encontrarse con Melanio, que de alguna manera sin saber por qué, le había caído bien... Llegó hasta el cementerio cito al lado del camping y el corazón se le fue a la boca, recordó películas y novelas leídas en su adolescencia y por supuesto la broma que sus compañeros de facultad le habían jugado el día que se recibió de médica forense encerrándola en la morgue junto a un cadáver que no estaba muerto y que en silencio y en la oscuridad se puso de pie y se le abalanzó por la espalda, ella se dio vuelta al escuchar un ruido detrás y el hombre que hacía de muerto y se acercaba para asustarla, se clavó el bisturí que ella estaba utilizando en una bisección. Ella gritó aterrada, la mala suerte fue para el hombre que cayó al piso con una arteria cortada... por estar cerrada la morgue el equipo de cirugía nunca llegó a tiempo. Murió en los brazos de Aluminé, ya que allí no disponía de los elementos necesarios para mantener los cuerpos vivos. Hubo silencio en el hospital ese día y el día siguiente y al tercer día Aluminé pidió el pase a la Patagonia y se vino a vivir al sur, ahora caminaba con el atardecer pintando de colores las cimas de las montañas desnudándolas de las nieves que las cubrían muy cerquita del lago. Por suerte, recordando, había dejado atrás los límites del cementerio y se encontraba con Melanio que la recibía con una sonrisa de oreja a oreja. Había preparado un asado y se disponían a comerlo a orillas del lago, tenía velas puestas en la mesa y había decorado todo para hacer de esa la noche perfecta. Trajo unas mollejitas y chinchulines crujientes, perfectamente asados. Apoyó la muleta al costado de la mesa y se sonrieron a la luz de las velas. Querés vino preguntó él, ella asintió sonriendo, sus ojos se llenaron de magia y se embobaron al ver sus lindas sonrisas, suspiró bajito, tomó la muleta y volvió hasta la casa para buscar la botella de vino que tenía preparada para esta ocasión especial, llegó hasta la cocina con la botella en mano, tomó el sacacorchos y al momento que cerraba el cajón de donde había quitado dicho utensilio un grito mórbido y seco le heló la sangre. Corrió desesperado tirando todo al suelo, incluyendo la botella de vino que se rompió en pedazos llenando el piso del líquido preciado. Llegó afuera y Aluminé ya no estaba, en su lugar, un charco de sangre en forma de sonrisa macabra goteaba hacia un pequeño agujero justo debajo de donde Aluminé hasta hace un rato estaba sentada y embobados uno a otro se miraban a los ojos desde lo más profundo de sus almas.
Melanio miraba curioso al inquieto y movedizo Sinclair, este preguntaba algo sobre algún desaparecido y volvía a inspeccionar el terreno. Que hacía usted con los agujeros que encontraba? Los tapaba! contestaba rápido como si fuera una obviedad, se acuerda donde estaban esos hoyos? Más algunos que de otros... entonces Sinclair se iba a dar unas vueltas entre las rosas mosquetas y otros ligustros, volvía, Me podría mostrar con sus manos el tamaño de estos agujeros? Eran así mas o menos, hacía un círculo juntando las dos manos, el cementerio siempre estuvo aquí? Si, si, al menos desde que el camping es mío, y cuanta gente dice que ha desaparecido en estas circunstancias? Unas diez en estos últimos tres años, sin contar mi pierna, ni a mi hermosa Aluminé, cierta veta de tristeza se asomó en la mirada de Melanio Manon. Y hace cuánto que tiene el camping? Cuatro años y contando. Osea que el primer año que usted tuvo el camping le sucedió lo de la pierna, más tarde su amigovia... No le diga así!...no me distraiga ella está muerta ya no es importante... Basura... cállese estúpido! que si no fuera por su ambición no habría muerto o desaparecido tanta gente... No soy ambicioso! Y por qué no cerró el camping entonces? Un silencio necio quedó echando chispas entre los dos, Melanio no quería confesar la verdad. Lléveme a su casa por favor le dijo.
Caminaron unos metros, Sinclair iba detrás de Melanio, lentamente, observando todo el terreno, buscaba pistas, indicios, algo terrible pasaba allí y no podía entenderlo todavía, en eso Melanio le advirtió a Sinclair que tenga cuidado al pisar ya que en esa zona la tierra era muy floja y el piso se hundía fácilmente.
Ya cerca de la casa, Sinclair vio un montón de herramientas de jardín fuera del cobertizo, lo cual llamó su atención debido a que más allá de los regadores automáticos no se veía otro indicio de tener que cuidar el jardín, todo parecía más bien agreste.
La casa de Melanio era típica de la zona, troncos grandes de madera, pequeñas ventanas, televisión satelital, cocina a leña y un hogar que ayudaba a calentar la casa en invierno. Nada fuera de lo común, algunos trofeos de caza y un par de sillones acomodados para mirar por la ventana y disfrutar de los leños crepitando al fuego.
Esta noche me quedaré a dormir en el camping, le dijo seriamente, el orden de los acontecimientos de todas las desapariciones siempre fue el mismo no? Silencio de noche todo normal, unas hojas o ramas que se mueven un grito estruendoso y desesperado, seguramente de la víctima y después por un rato no se escucha ni el batir de las alas de algún insecto... no es así? Melanio asintió silencioso con la cabeza. Por qué recién me llamó ahora?, este año fueron más los desaparecidos y cada vez los ataques se vuelven más cercanos entre sí, además suceden más rápido y terriblemente salvajes, Alguna vez encuentra alguna parte de los desaparecidos? No, no más que la sangre. En que época suceden con más frecuencia las desapariciones? Después del invierno, no en primavera, si no más bien en verano cuando esto se llena de turistas. Mañana a la mañana tendré esto resuelto, pero le aconsejo tener cuidado esta noche, si puede saqué a todos del predio con alguna excusa, hoy lo resolveremos. La seguridad de Sinclair dejó sorprendido a Melanio, no había nada que diera a entender que era lo que sucedía y las preguntas que le había hecho no tenían mucho que ver con nada, pero Sinclair era un gran detective que ya había resuelto muchos casos, muchos realmente extraños y sin sentido. Era reconocido en Latinoamérica, en Norteamérica, Europa y Asia, consultado por muchos organismos de gobierno que buscaban respuestas.
Esta noche me quedaré a dormir en el camping, le dijo seriamente, el orden de los acontecimientos de todas las desapariciones siempre fue el mismo no? Silencio de noche todo normal, unas hojas o ramas que se mueven un grito estruendoso y desesperado, seguramente de la víctima y después por un rato no se escucha ni el batir de las alas de algún insecto... no es así? Melanio asintió silencioso con la cabeza. Por qué recién me llamó ahora?, este año fueron más los desaparecidos y cada vez los ataques se vuelven más cercanos entre sí, además suceden más rápido y terriblemente salvajes, Alguna vez encuentra alguna parte de los desaparecidos? No, no más que la sangre. En que época suceden con más frecuencia las desapariciones? Después del invierno, no en primavera, si no más bien en verano cuando esto se llena de turistas. Mañana a la mañana tendré esto resuelto, pero le aconsejo tener cuidado esta noche, si puede saqué a todos del predio con alguna excusa, hoy lo resolveremos. La seguridad de Sinclair dejó sorprendido a Melanio, no había nada que diera a entender que era lo que sucedía y las preguntas que le había hecho no tenían mucho que ver con nada, pero Sinclair era un gran detective que ya había resuelto muchos casos, muchos realmente extraños y sin sentido. Era reconocido en Latinoamérica, en Norteamérica, Europa y Asia, consultado por muchos organismos de gobierno que buscaban respuestas.
El sol cayó tras las montañas y al rato el cielo empezaba a oscurecer, Sinclair había ido a buscar carne a la carnicería y había rellenado una bolsa dándole forma humana, la había dejado como señuelo y esperaba parapetado detrás de un arbusto. Melanio estaba con él, tenía la corazonada que al fin la desaparición de su amada tendría respuesta y venganza. Todo quedó en calma súbitamente, solo se escuchaba apenas el ulular del viento que al rato se hizo sordo y ya nada se escuchó, unas ramas comenzaron a crepitar mientras las hojitas de las mismas temblaban, el señuelo se movió apenas, Sinclair saltó de su seguro parapeto y al caer sobre la tierra un par de metros más allá se hundió inesperadamente, cayendo profundo en un pozo ciego quebrándose una pierna al llegar al fondo. La puta madre, gritó, el dolor que sentía era insoportable, miró hacia arriba pero estaba como a tres metros bajo tierra, el pozo era de dimensiones impresionantes, trató de acomodarse y le resultó imposible, un dolor le subía por la pierna pero todo había sido tan rápido y estaba tan oscuro que apenas podía entender lo que sucedía, Melanio se asomó e iluminó con su linterna la profundidad del pozo, recién ahí Sinclair pudo darse cuenta que tenía fractura expuesta de pierna, los huesos se asomaban por la carne y en el suelo había un charco espantoso de sangre; estaba atónito, pero aún así tuvo el buen tino de tratar de acomodarse lo más posible en el espacio reducido donde había caído y ubicar sus huesos de alguna manera. Melanio! gritó, Qué puedo hacer por usted Sinclair? El señuelo sigue estando ahí? Si, aún sigue ahí! Un frío recorrió la espina del inverstigador al saber esto... Corra y busque una soga tengo que salir de aquí cuanto antes, mi vida está en peligro. Melanio no terminó de escuchar el pedido de Sinclair, dejó caer la linterna dentro del pozo mientras gritaba desesperado, una lluvia de sangre caía sobre el investigador que no podía entender que sucedía allá arriba, allá afuera. De su quebradura seguía saliendo sangre, por lo que se arrancó una manga de la camisa y envolvió su pierna por sobre la herida ajustándola a modo de torniquete así esta ya no sangraría más, aunque realmente ya no sabía si toda esa sangre era solo suya o de Melanio que aún gritaba aterrado y dolente arriba, desparramando tierra y sangre que caía en el agujero que mantenía cautivo al investigador... de pronto el silencio, la nada, ni un leve batir de alas pequeñas se escuchaba. Sintió caer sobre su cabeza una tierrilla suave, levantó la vista y vio asomar por la entrada del pozo dos largas orejas blancas de un simpático conejo, alumbró con la linterna la cara del pobre bicho y notó que su morro y sus dientes estaban inundados en sangre. Quedaron petrificados. El conejo por la luz, Sinclair por el miedo. Uno y otro quedaron inmóviles, mirándose, los labios rojos del conejo y sus ojos saltones penetraban en el alma de Sinclair, aterrándolo, todas sus sospechas eran correctas, los conejos hambrientos y sedientos por la falta de lluvia en los veranos se habían vueltos salvajes predadores y cazaban por debajo de la tierra a los turistas. Las altas vitaminas y proteínas que consumían de la carne humana les había dado la posibilidad de reproducirse y expandirse con gran fuerza y rapidez; tal vez el primer alimento de estos roedores fueron los muertos del cementerio, más tarde la pierna de Melanio fue la desencadenante, ya que se dieron cuenta que podían comer seres humanos para subsistir a los secos veranos de esta zona cordillerana. Trató de ponerse de pie, y no pudo, escuchó el sonido de unas ramas, de unas hojas... y de las paredes que lo apresaban y rodeaban miles de agujeros empezaban a aparecer por donde se asomaban más y más conejos excitados por el olor a sangre fresca que manaba de la pierna de Sinclair, que en un grito aterrador y tratando de salvarse de cualquier manera posible, los manoteaba de los cuellos y los iba quebrando. Gritaba desesperado pero el predio se encontraba vacío, nadie podría ayudarlo, socorrerlo, ni encontrarlo jamás. Sintió una mordida en un costado, después en otro y poco a poco miles de dientecitos pequeños estaban royéndole el cuerpo por todos lados, el dolor punzante y constante le hacía perder la cabeza y al rato comenzar a sufrir un paro cardíaco. Agonizante y con los ojos abiertos, mirando el cielo estrellado veía el límite de la inalcanzable salida del pozo, tan cercana y posible, y al conejito blanco que se asomaba ensangrentado y satisfecho, mirándolo a los ojos fríamente antes de que con sus patas traseras comenzará a tapar el pozo que sería la eterna y desconocida tumba de Jonathan Sinclair.
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