Alguien ha muerto en la ciudad, como todos los días alguien muere, pero de este triste personaje nadie se ha enterado de su muerte. Es triste, es cierto, es solitario. La simple idea de dejar este mundo y que nadie se dé cuenta nos hace sentir tan solos que el pecho se cierra y la respiración se agita al ritmo del corazón que espantado galopa queriendo huir. Huir de qué? Tal vez de su propio destino, bien sabemos que el corazón tiene la necedad, y a la inocencia suficientes para cegarse ante lo primero que se detiene delante de él. La inocencia es sabiduría, la necedad estupidez, eso es claro, y entendiendo que el corazón carece de lógica no podríamos llamarlo inteligente, pero si emotivo. Aunque claro, todo esto no es más que un modo poético de ver un músculo que funciona por sí mismo sin ningún tipo de cociencia que lo maneje, más que la falta de la misma. Confuso? Cómo no serlo, no estábamos hablando del hombre que murió sin que nadie se sepa de él? Sí, pero el hombre dejó de importarnos cuando hablamos de nosotros mismos, y cuando no nos importó más el muerto, anónimo volvió a desaparecer de nuestro foco de atención, puesto que, uno, para uno, debe ser más importante que el resto, y sin embargo... es obligación entenderse como parte funcional del todo que lo rodea y compone.
Cómo el corazón, que late, inconcientemente sin importarle que sucede en otros órganos, el cumple su función de desparramar la sangre a cada rincón del cuerpo. Su función es ocuparse de sí mismo brindando a los demás lo que necesitan para su perfecto funcionamiento. Claro que todo el funcionamiento, y la sincronicidad de estos hechos, dependen de un cerebro... así como la ciudad depende de un gobierno, que debe encargarse del funcionamiento sincronizado y perfecto de todos y cada uno de sus órganos, y estos a su vez, deben funcionar individuales y en comunidad para que todo salga a la perfección, y no mueran hombres o mujeres y niños en el anonimato, y a todos nos indigne la noticia en el periódico y al lavarnos los dientes mirándonos en el espejo, todo nos importe un bledo.
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