Tu cabello dorado
por el mórbido rayo solar acariciado,
tu sonrisa tenue
denotando una simpatía leve
por aquellas cosquillas
que mis palabras le hacen a tu vida
tus labios finos
que enmarcan tu boca pequeña
besadora y grosera
que se desea llenarse de mi
y extasiada entregarse
jugosa y perfecta
desde un frenético aullido
hasta un cálido beso.
Tus manos de dedos delicados
toman el cilindro del vaso
y lo acarician con sus yemas
desde su base hasta la boca
en un vaivén coqueto e insinuante.
Tus pies, que se aprietan entre si
y se retuercen extasiados
a merced de tus rodillas
que se cierran y se abren
cada vez que mirás mis labios
que comprometidos y expectantes
encuentran las palabras
que hacen humedecer tu alma.
Arqueás la espalda, mostrás tu hombro
apenas escondido tras tus largos cabellos
que el mórbido sol acaricia como si fuera
un segundo amante que te coge por la espalda
y te obliga a respirar profundo
y largar despacito el aire evitando el gemido
que en tu pecho se atora y pide
escapar de tu riñón hacia la libertad del aire
que compartimos y nos rodea.
No mires mis ojos en este momento
pues soy puro deseo deseando
que tu deseo gane esa batalla
contra la moralina inculcada
y que aquí no más,
bajo el mórbido rayo del sol
abras tus piernas
te quites las bragas
y te eches sobre mi
indómita, salvaje y caliente.
por el mórbido rayo solar acariciado,
tu sonrisa tenue
denotando una simpatía leve
por aquellas cosquillas
que mis palabras le hacen a tu vida
tus labios finos
que enmarcan tu boca pequeña
besadora y grosera
que se desea llenarse de mi
y extasiada entregarse
jugosa y perfecta
desde un frenético aullido
hasta un cálido beso.
Tus manos de dedos delicados
toman el cilindro del vaso
y lo acarician con sus yemas
desde su base hasta la boca
en un vaivén coqueto e insinuante.
Tus pies, que se aprietan entre si
y se retuercen extasiados
a merced de tus rodillas
que se cierran y se abren
cada vez que mirás mis labios
que comprometidos y expectantes
encuentran las palabras
que hacen humedecer tu alma.
Arqueás la espalda, mostrás tu hombro
apenas escondido tras tus largos cabellos
que el mórbido sol acaricia como si fuera
un segundo amante que te coge por la espalda
y te obliga a respirar profundo
y largar despacito el aire evitando el gemido
que en tu pecho se atora y pide
escapar de tu riñón hacia la libertad del aire
que compartimos y nos rodea.
No mires mis ojos en este momento
pues soy puro deseo deseando
que tu deseo gane esa batalla
contra la moralina inculcada
y que aquí no más,
bajo el mórbido rayo del sol
abras tus piernas
te quites las bragas
y te eches sobre mi
indómita, salvaje y caliente.
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