Amanecí en uno de los tantos puedeseres
que se inmolan en el deber ser de la razón
que a veces, solo a veces, raya con el absurdo
y me involucré directamente con el tal vez
con el modo y con la causa del hacer
y al caer en la parte más honda
de este abismo que separa
el deseo de lo posible y de lo real
la luz de una nueva era
cegó mis ojos videntes
y lo evidente se volvió posible
y lo estigmatizado se volvió
un engranaje del olvido.
El perro al subir recuerda
su identidad dejada
en el perfil de la puerta
que nunca se cierra.
Al bajar la escalera
el perro se encuentra
que es quien dejó de ser
y se quita el abrigo.
que se inmolan en el deber ser de la razón
que a veces, solo a veces, raya con el absurdo
y me involucré directamente con el tal vez
con el modo y con la causa del hacer
y al caer en la parte más honda
de este abismo que separa
el deseo de lo posible y de lo real
la luz de una nueva era
cegó mis ojos videntes
y lo evidente se volvió posible
y lo estigmatizado se volvió
un engranaje del olvido.
El perro al subir recuerda
su identidad dejada
en el perfil de la puerta
que nunca se cierra.
Al bajar la escalera
el perro se encuentra
que es quien dejó de ser
y se quita el abrigo.
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