Ponele que una mañana me despierto,
y me da la loca de invitarte a dar una vuelta
por mi infierno sagrado y maldito,
y entonces te muestro mi cielo sin estrellas,
mi lago sin peces,
mi montaña sin piedras,
mi sol frío y sombrío,
mi luna taciturna.
Tan solo en un rato
seguro podamos
recorrer de punta a punta
y de norte a sur todo mi mundo,
mi mundo aburrido sin azar ni finales,
con prados cubiertos de florestristes,
de sonrisas sin aroma
de orillas de piedras cúbicas
que no ruedan, ni hacen patito.
Ponele que algún día me despierto
y te invito a pasear por mi arcoiris
montados sobre mis unicornios
con alas de murciélago,
colmillos de vampiro,
y pelaje tan oscuro
que hasta a la noche sobresaltan.
Ponele que tenemos la leche
que volando entre nubes
de vergas, mierdas y soretes
una estrella fugaz se cruce en el camino
e ilumine los vastos desiertos
y muestre las sombras de colibríes secos
y desnutridos que agonizan sobre la blanda arena.
Ponele que de pronto
toda estructura cae sobre sí misma,
que se desgranan los silencios,
que el aire se desarma
y todo lo que está
bajo el cielo estéril de estrellas
libertarias y sin dueño,
bajo la luna prostituta,
bajo un sol proxeneta
que solo busca su provecho
jodiendo a la vida con su falso brillo,
de pronto se estremece.
Ponele que en ese mundo
muerto por imbécil
e iracundo por ignorante,
se nos ocurre algo estúpido,
nos miramos y sonreímos...
Que te pase a buscar
no es un deseo
una necesidad, ni una utopía
pasarte a buscar sería
un brillante paroxismo.
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