Mis hijos gritan y juegan en el cuarto de cama grande.
Las molestias se han ido de paseo y durmieron
toda la noche afuera como si la luna espantara las sombras
en vez de atraerlas. El sol remolón y coqueto ilumina
en esta soledad de Norah Jones sonando, olor a café,
y aroma a pan horneado, esa paz interna tan pura y tan mía.
Escribo esta poesía mientras algunos recuerdos se cuelan,
una sonrisa estúpida, pero mía, se dibuja pensando
en un hato de cosas lindas.
Construyo de a poco lo que es un gran día.
Los días son lindos aunque lluevan. Los días grises tienen color.
No te arreglás para salir, tan solo te maquillás la piel y los pelos.
El disfraz que elijas para tapar tu cuerpo no cambia quién eres.
Nunca es el otro, siempre sos vos, el que hace de tu vida
una aventura innegociable.
Dejo atrás los ruidos del egoísta, las argucias del misántropo,
las sentencias de los falsos jueces con fingida ideología,
su violencia pasiva y la culpa de lo que no hice, ni fui.
Lentamente, como el agua horada la piedra,
comprendo quién soy siendo y perdono.
No fueron los años cargados
de cinismo y mentiras
responsables de esta herida
que abierta hace tiempo,
amorosa cicatriza,
y deja de sangrar.
Las molestias se han ido de paseo y durmieron
toda la noche afuera como si la luna espantara las sombras
en vez de atraerlas. El sol remolón y coqueto ilumina
en esta soledad de Norah Jones sonando, olor a café,
y aroma a pan horneado, esa paz interna tan pura y tan mía.
Escribo esta poesía mientras algunos recuerdos se cuelan,
una sonrisa estúpida, pero mía, se dibuja pensando
en un hato de cosas lindas.
Construyo de a poco lo que es un gran día.
Los días son lindos aunque lluevan. Los días grises tienen color.
No te arreglás para salir, tan solo te maquillás la piel y los pelos.
El disfraz que elijas para tapar tu cuerpo no cambia quién eres.
Nunca es el otro, siempre sos vos, el que hace de tu vida
una aventura innegociable.
Dejo atrás los ruidos del egoísta, las argucias del misántropo,
las sentencias de los falsos jueces con fingida ideología,
su violencia pasiva y la culpa de lo que no hice, ni fui.
Lentamente, como el agua horada la piedra,
comprendo quién soy siendo y perdono.
No fueron los años cargados
de cinismo y mentiras
responsables de esta herida
que abierta hace tiempo,
amorosa cicatriza,
y deja de sangrar.
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