El
hombre miró al horizonte
por primera vez sobre sus dos piernas
y entendió y supuso que todo
lo que hubiera bajo sus pies
era suyo y le pertenecía.
La
materia la dominó con la fuerza
la abstracción con la inteligencia
su ignorancia generó miedo, arrogancia, soberbia
y así creyó, que él mismo era un dios.
¡Cuánta
falta de humildad, maldita sea,
cuánta falta de coherencia!
Tantos
años estudiando
y aún no hemos aprendido nada,
pobres manos, pobres pies,
cuanto en vano han trabajado.
Mente
necia, corazón ciego,
dejen ya su cárnica inmadurez
y sean,
aquello que les fue mandado.
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