Te miro, te veo hablar lo más campante
como si nada sucediera o como si pobre ignorante
realmente no supieras por qué no puedo dejar de mirarte.
Te miro la boca mientras hablás de mil y un temas
y trato de hacerte señas, de advertirte de avisarte
pero seguís hablando y gesticulando
sin siquiera darte cuenta de la posibilidad vergonzante
de lo que está sucediendo ahora por lo que no puedo
dejar de posar mis ojos en tu boca inquieta que apasionada parlotea.
No me atrevo a interrumpirte, no quiero que pierdas el hilo
pero la verdad es que es bastante desconcertante y disonante
escuchar tu voz mágica, tus ideas claras, tus palabras sanas,
sobre la ética, los modos y el buen gusto
sobre que te gusta o no de la vida, del amor,
sobre lo que entendés por necesidades y qué entendés por necedades.
Y al reir me tapo la boca, y paso mi lengua disimuladamente por mis dientes,
y te sonrío mientras toco mis labios con el dedo índice tratando de indicarte
de mostrarte, de avisparte, de contarte, que toda mi atención se disipa
ante ese pedazo de verdura que tenés pegado en la dentadura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario