Maldita y redonda luna
que el sosiego alumbra
opalina, anémica, blanca,
tornando la noche a plateada
despertás el conjuro
pergeñado en lo oscuro
por la mente macabra
del cuerpo de un hombre
con patas de cabra.
No digas su nombre
decirlo lo invoca
y a mi me provoca
hambre de carne
sed de sangre
y una imperiosa necesidad
de aullar en la oscuridad
gritando mi verdad a esa luna
que me maldice en la penumbra
y de hombre a lobo me transforma
y a mi necesidad de libertad aloca
corriendo feroz por mis venas
salvaje, animal, sin fronteras
buscando una presa para atacarla
y dar al demonio, a su hueste, otra alma.
Maldita seas desde el cielo alumbrando
a mi maldición, en la noche despertando
ojalá explotes, revientes, te mueras
ojalá que sin vos, mi maldición, desaparezca.