De su mano austera
llegó de golpe
firme y sincera
como ademán exacto
la sutil sombra
de las formas
y las maneras.
En una nalga
la impronta,
como huella pasajera
roja como el demonio
latiendo hastiada de violencia
pidiendo paz a gritos
culpable, rogando clemencia.
Llorar, no por dolor
no duele el reto,
no duele el grito,
lo que duele es la vergüenza
de olvidar la sana costumbre
de no hablar con la boca llena
aunque el mundo se derrumbe.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario