Me entretuve un minuto
con una mosca
que merodeaba sobrevolando
una vieja rosca
que sobró del desayuno
vaya a saber si fue
su errático volar
su hipnótico zumbido
su falta de interés en mi
o su necesidad de azúcar
pero esa porfia constante
y esa desconfianza natural
de no poderse quedar
ni un segundo quieta
me ha resultado fascinante.
Será que hoy a ese minuto
no tuve nada mejor
en qué ocuparlo
en qué invertirlo
en qué tirarlo.
Se ve que hoy
a mi tiempo
no lo tengo sobrevalorado.
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