A la sombra del viejo ceibo
el borracho le dice al perro:
Hay que abrirse
decir lo que sentís
decir lo que pensás
disculpate cuando errado
y si te acusan, defendete,
siempre y cuando, claro,
íntegros sean tus hechos
con aquello que creas
real, verdadero y cierto.
Si sos sincero
y actúas según tu verbo,
no temerás al juicio propio
al final, ni al ajeno.n
Así tampoco,
al justo castigo nunca temas
ya que si mal la hiciste,
sano es que la pagues
y no que te la zafes.
Acepta el regaño
de quien camina acompañando
agradecé a quien te avisa,
que tal vez, meás fuera del tarro
aceptarlo no es fácil
pero hay veces que las cosas
se escapan de las manos.
Preguntá lo que no sepas
lo que necesites, lo que quieras
hablá, comunicá, no guardes nada
nadie nació adivino
no saben lo que te pasa.
Si alguien se molesta
con la verdad de tu palabra
también le molestará qué hagas.
Si preguntás algo pero
el otro no quiere o puede
decirte las respuestas, no esperes,
no te enojes, ni reniegues,
quizás sus dudas son las tuyas
o tal vez, pobre diablo,
aún nada se ha preguntado.
Acompañá, amá, sé vos mismo,
sé empático y considerado
comprendé que amar es darse
por completo al ser que ames,
no pidas nunca nada a cambio
amar se es viviendo amando.
Si sentís que no estás bien
andate, siempre recordando
que mejor va el corazón roto
que uno mal acompañado.
El perro está quieto
abraza un rico hueso
a los pies de su borracho
duerme lo más pancho.
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