Entró ululando como el viento
que avisa los peores augurios
arrasó con todo
como lo hacen las frías heladas
de la floricienta primavera
Súbitos callaron su arsenal
de pío pío, los ruiseñores
las alondras y jilgueros
los gorjeos de los otros
sordos se hicieron
en el ancestral bosque
lleno de vida, y la muerte
silenciosa y sombría,
entre árboles ososos
se abrió paso sonriente.
Las puertas se estremecieron
y los cristales se empañaron
empalada sobre el dosel de la silla
una gárgola tallada a mano
tenía impreso en su rostro el rigor
en una mueca
burlesca
espantada
desfavorable.
Miraba con su mirada lustrada
hacia aquella que fue deseada
el frágil y níveo cuerpo
desprovisto de ropas y fornicaciones
yacía al pie del hogar ceniciento
apagado por el frío viento,
por la helada,
por el descuido.
El pesado hollín se arrastraba
escapando de la sangre espesa
no osaba si quiera acercarse
a tal virginal belleza.
Por la mañana indignadas
susurraban por lo bajo y con miedo
las viejas del pueblo
que haberse detenido a tiempo
tal catástrofe podría
si los que ostentan el poder
impusieran real justicia
y hubieran hecho en vez
de simplemente dejar ser.
Lo que pasa es muy simple
los hijos de puta existen
y en silencioso o a los gritos
siempre encuentran la camino
de hacer como les parezca
y cumplir con sus caprichos
sin respetar la vida ajena.
Cada vez que esto sucede
y la justicia no aparece
sentís que nada hay que remedie
a esta enferma sociedad
donde el capricho y la demencia
rigen como Verdad.
No te calles, nunca te calles
no dejes que sea el violento
quien te saque el último aliento.
no permitas que tu vida
dependa de esa mentira.
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