En un lóbrego y silencioso grito
me desvanecí esta mañana
los que estaban quedaron atónitos
pues de tanto permanecer y estar
un tal vez me llevó de repente.
No le importaron los niños
ni la comadronas
al jesusito que la patrona le reza todos los días
la hechura de hecatombes perfectas
el diezmo en el templo del alma
que al cuerpo alimenta
y al espiritu agranda
y abulta.
No importó el ruego
no existió la piedad
no hubo siquiera un pedido de permiso.
De un plumazo y sin consultarle a nadie
el frasco se vació de caramelos
y el azúcar que sobraba
se diluyó con el agua corriente
que a un mismo mar
todo arrastra y lleva.
Aún no me entierran
tal vez por eso es que
puedo ver sus gristes rostros
sus lágrimas vertidas
esa mirada que busca en distintos rincones
alguien que responda preguntas
que jamás deberían ser hechas.
Me acompaña aún la culpa
de aquello que ni siquiera
era parte de mi responsabilidad
hace un rato me abandonó el dolor
pues era en vano que conmigo se quedara.
Es la primera vez que duermo
este ensueño de crisantemos y roble,
ansío saber después, si es que existe
otro paso, más allá de este,
mi entierro, en un ajeno cementerio,
con lágrimas de otros derramadas
sobre un alguien al que ya no pertenezco.
me desvanecí esta mañana
los que estaban quedaron atónitos
pues de tanto permanecer y estar
un tal vez me llevó de repente.
No le importaron los niños
ni la comadronas
al jesusito que la patrona le reza todos los días
la hechura de hecatombes perfectas
el diezmo en el templo del alma
que al cuerpo alimenta
y al espiritu agranda
y abulta.
No importó el ruego
no existió la piedad
no hubo siquiera un pedido de permiso.
De un plumazo y sin consultarle a nadie
el frasco se vació de caramelos
y el azúcar que sobraba
se diluyó con el agua corriente
que a un mismo mar
todo arrastra y lleva.
Aún no me entierran
tal vez por eso es que
puedo ver sus gristes rostros
sus lágrimas vertidas
esa mirada que busca en distintos rincones
alguien que responda preguntas
que jamás deberían ser hechas.
Me acompaña aún la culpa
de aquello que ni siquiera
era parte de mi responsabilidad
hace un rato me abandonó el dolor
pues era en vano que conmigo se quedara.
Es la primera vez que duermo
este ensueño de crisantemos y roble,
ansío saber después, si es que existe
otro paso, más allá de este,
mi entierro, en un ajeno cementerio,
con lágrimas de otros derramadas
sobre un alguien al que ya no pertenezco.
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