No me pregunten donde, pues al no tener ni voz ni voto, prefiero olvidar
los nombres que recuerdo e inventar los lugares en los que no he estado, con
tal de que nadie se espante de su propio poblado.
He recorrido el mundo y he conocido cosas que ni los nacidos y criados
vieron en toda su vida, algunos lo sabían, como una comadre sabe de
inspecciones espaciales; otros lo suponían, como suponen los astronautas los
chismes del barrio.
Lo cierto es que de habladuría en habladuría el que sabe la verdad es
tratado como el loco del pueblo, y nadie lo escucha y el que lo escucha se ríe
de él y de esa capacidad infinita de inventar estupideces…
El mágico restorán de
Nomeolvides
En la mítica ciudad de Oldbridgestoneoverainbow, sita en los acantilados
de Longford, Plenilonia, se encontraba el mítico restorán mágico de Nomeolvides,
con vista al vasto océano, bastaba con algunos pocos dólares para pasar una
velada realmente mágica.
Muchos se acercaban ahí provenientes de distintas partes del universo y
en sus mesas de dos patas, declaraban
todo su amor abiertamente.
Al pasar los marcos de la puerta con forma de vagina uno se internaba en
el mundo mágico de Nomeolvides…
Los qué tenían respuestas, los no perdían importancia, los si sonaban poderosos y estentóreos, los más tarde se transformaban en ya mismo, las impotencias se despotenciaban y hasta la más seca se humedecía cuando le acercaban un espirituoso Soma hecha con hierbas secretas de la zona.
Los qué tenían respuestas, los no perdían importancia, los si sonaban poderosos y estentóreos, los más tarde se transformaban en ya mismo, las impotencias se despotenciaban y hasta la más seca se humedecía cuando le acercaban un espirituoso Soma hecha con hierbas secretas de la zona.
Ella entró tímida, como toda mujer de familia ingresa por primera vez a
una vagina gigante. Él en cambio, entró gris y acobardado. Seguramente por lo
mismo, tan solo una cuestión cultural. Ante el maitre, Tito Galán, llegaron
casi al mismo tiempo, a ella le incomodó un poco la presencia del hombre gris.
-Ya tienen su mesa preparada.- dijo solemne acomodándose el
bigote.
-No venimos juntos- dijo ella a la defensiva.
-Disculpe…- dijo él sacando la vista de la pantalla de su celular.
-Pasen por favor.- Galán se dio media vuelta y se adentró en el lugar.
Él, que seguía gris sin entender bien qué pasaba fue detrás del maitre, y al
pasar el umbral su gris se transformó en un inmenso crisol de distintos colores
similares a la cola de un pavo real. Ella quedó sorprendida y con tal de ver
que sucedía con ella encaró detrás de estos dos esperando encontrarse con algo
distinto.
Al pasar el umbral se sentía más cómoda, más confortable, pero no se
veía nada distinto como le había sucedido a Gristián por llamarlo de alguna
manera.
Llegó hasta un box alumbrado apenas por unas velas negras que se
suspendían de las paredes por unos tenedores empotrados y la blanquecina luz
lunar que un inmenso ventanal cristalino, cómplice, dejaba pasar. Se escuchaba
el murmullo del mar y el criticar de las estrellas. Tito llevó su índice a los
labios cerrados y el murmullo se transformó en arrullo y el parloteo en música
celestial.
Gristián, que ya no estaba gris, estaba sentado de piernas cruzadas
sobre un mantelito de corazones fucsias frente a un cajón de manzanas que dado
vuelta oficiaba de mesita. Otro mantelito rectangular esperaba ansioso por el
culo de ella. En una gentil seña galán, la invitó a sentarse.
El celular le vibró y ella un tanto incómoda sonrió pidiendo disculpas y
lo sacó de su cartera. Tenía un sobrecito de correo titilando impaciente al
cual por poco ignora pero decidió abrir ya que el remitente era de su amigo de
la red con el que se encontraría esta noche por primera vez. Los hombres
siempre los mismos estúpidos, pensó antes de abrir el mensaje. Seguramente se
está excusando porque no va a llegar y me tengo que comer el muerto cenando con
este desconocido. Paradojas si las hay.
El mensaje decía, no sabés lo raro que es este lugar, ni siquiera me
preguntaron quien era y ya me trajeron a un box iluminado con velas, me parece
que se equivocaron porque me trajeron con una señorita que está medio enojada.
Espero que llegues pronto. Apurate! ¿Querés que te vaya pidiendo algo?
Pedime un Libertonic, yo también estoy acá, me parece que se cruzaron
las reservas o algo así. Yo estoy con un hombre que no deja su teléfono. Ahora
cuando venga el maitre le pregunto donde estas… Ja! Qué divertido! Te imaginás
si vos estás con la mujer del hombre con el que yo estoy? Sería muy loco. Estoy
ansiosa por verte. Apretó enviar. Miró por la ventana, pero no podía contener a
su ojo derecho que se escapaba para ver por el rabillo al hombre que seguía ahí
hipnotizado con su teléfono.
De pronto sonrió, y en su sonrisa había un algo tan lindo que ella
también sonrío, el hombre levantó la mirada y la miró sonriendo. Tímida rehuyó
de los ojos de Gristián no vaya a ser cosa que al mirarla descubra algún
secreto que no le interesaba compartir. Su teléfono volvió a vibrar, Gristián
bajó la cabeza.
Embuído dentro del pequeñísimo teclado pensaba en esa mujer solitaria
esperando a su enamorado sonriendo pobre zonza a la luz de la luna. Ella tenía
una luz especial, aunque claro, a oscuras todos los gatos son pardos. De hecho
apenas la vio en la entrada había prejuzgado que ella era un tanto caprichosa,
ahora la veía con otros ojos. Parecía ser delicada, se la veía ansiosa, vergonzosa,
casi virginal. Le encantaría poder hablarle pero le daba no sé qué eso de
hablar con una desconocida era para los adolescentes. Paradojas si las hay.
La respuesta a su mensaje esperaba en la casilla de entrada, y se
sorprendió.
Soy alérgica a las rabas, igualmente no nos atienden todavía, parece que
el maitre se fue a cazar ballenas.
No “nos” atienden. Contestó enérgico.
Claro pavote, sigo con este hombre y su teléfono aquí. Tu sigues con tu
chica
Oye no es mi chica, tu eres mi única chica, aunque debo confesarte que
tiene una hermosa sonrisa.
Tu porque no conoces la mía.
Ansío conocerla
Gristián y ella sonrieron una sonrisa tímida y divertida que fue
sorprendida por el sonido de la puerta abriéndose. Tito entraba al box.
-Disculpe.- dijo ella- ha habido una confusión él… yo…-
-No señorita no hay confusión posible.-
- Si, ella no es quien yo…-
-Bueno, si me esperan voy a chequear el registro.-
-No tarde, estoy ansiosa por verle.-
-Por favor, yo también quiero encontrarme con ella.-
-En un minuto estoy de vuelta, con su permiso.- Tito desapareció tras la
puerta.
Ella suspiró con fastidio, él con cierta tristeza.
-Espero que haya una ballena cerca.- dijo Gristián mirando al océano.
-Si lo hubieras dicho antes, le hubiera pedido las rabas.- respondió
sorprendida con su rostro lleno de una inmensa sonrisa.
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