Cuando acepté
que esa puerta
jamás se volvería a abrir
tuve que aguantar el
aire lo más posible,
respirar pausado,
darle a mi acelerado corazón
una razón, para que se quede tranquilo;
"Alguien habrá oído los gritos"
También me dije y le dije:
"Alguien habrá escuchado
el crujir de mis uñas
resgando en virutas
este techito de madera,
o las patadas que a
la puerta di, o vio los sacudones
que hice dar a la barca en el Aqueronte
que se mecía tranquila
por las olas que lamen
las orillas más cercanas."
Decidí cerrar los ojos
y esperar, sin pasar por sobresaltos
pues aquel que se desespera
hasta la esperanza pierde.
Perdí en lo oscuro
(entre otras cosas)
la noción del tiempo,
y creo que me dormí,
tal vez un rato de caminata
tal vez el rato que se tarda
en pasar de una habitación a otra.
Al despertar casi me asusto,
estaban todos sobre mí,
mirándome, como si yo
no fuera yo, sino un bicho extraño.
Al sonreirle me sonrieron
y me dieron la bienvenida,
me sentía cómodo y en familia
pues allí estaban todos
desde mis choznos, algunos tíos
y hasta mi propia mi madre,
esperaban con una sonrisa
feliz pero triste, dulce pero amarga,
pero en sus ojos guardaban
un algo nuevo en la mirada
que no se los había notado
en aquel tiempo que llamé vida.
que esa puerta
jamás se volvería a abrir
tuve que aguantar el
aire lo más posible,
respirar pausado,
darle a mi acelerado corazón
una razón, para que se quede tranquilo;
"Alguien habrá oído los gritos"
También me dije y le dije:
"Alguien habrá escuchado
el crujir de mis uñas
resgando en virutas
este techito de madera,
o las patadas que a
la puerta di, o vio los sacudones
que hice dar a la barca en el Aqueronte
que se mecía tranquila
por las olas que lamen
las orillas más cercanas."
Decidí cerrar los ojos
y esperar, sin pasar por sobresaltos
pues aquel que se desespera
hasta la esperanza pierde.
Perdí en lo oscuro
(entre otras cosas)
la noción del tiempo,
y creo que me dormí,
tal vez un rato de caminata
tal vez el rato que se tarda
en pasar de una habitación a otra.
Al despertar casi me asusto,
estaban todos sobre mí,
mirándome, como si yo
no fuera yo, sino un bicho extraño.
Al sonreirle me sonrieron
y me dieron la bienvenida,
me sentía cómodo y en familia
pues allí estaban todos
desde mis choznos, algunos tíos
y hasta mi propia mi madre,
esperaban con una sonrisa
feliz pero triste, dulce pero amarga,
pero en sus ojos guardaban
un algo nuevo en la mirada
que no se los había notado
en aquel tiempo que llamé vida.
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