Maldito, que te deshojas
con la furia del otoño
y nos congelas la sangre
con tu estoico pasar
cruel como el invierno
nos tienes transpirando como cerdos
como si todo fuera un tremendo verano
y nos das, de cuando en vez, una sonrisa
que florece delicada en nuestra breve primavera
y la arrebatas en tan solo veinticuatro horas
dejas testimonio del tiempo pasado
en los cestos de basura
como si de nada sirviera el tiempo vivido
como si el ayer solo fuera
una pequeña parcela sin importancia
en el paraíso de nuestras vidas.
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