Fueron tus manos mi apoyo,
tu ardiente luz y candidez
dieronle vista a mis ojos
y me enseñaron a ver
lo importante para el otro
que es importante para uno.
Fueron tus pechos mi calma
saciaron mis apetitos
los carnales, los del alma.
Fueron tus piernas trinchera,
me protegieron, me cuidaron
en la más cruel de las guerras,
que se peleaba a vida o muerte
sin excusas ni fronteras.
Me entregué a vos sin miedos
sin tener ningún dilema
te dí a vos mi corazón
porque en mí, todo lo eras.
Fuiste la dicha,
la fiel sonrisa, el candor,
la alegría de la vida
sus aromas, los colores,
la mejor de las ambrosías.
El tiempo me llevó
lejos lejos donde nada hay
no hay lágrimas, ni recuerdos
donde ulula la soledad
junto a un rancio y frío viento.
Ahora vivo en el silencio
solo, único, sin retorno
reviviendo el sentimiento
en cada ocasión que puedo
esperando no me olvides
y estar muerto entre los muertos.
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