Si la mañana me acompaña
y la tarde ayuda
y la noche silenciosa
con mil y un estrellas
me acobija y guía sin dilemas
entonces, solo entonces,
no habrá razón alguna
para no dar el paso a dar
para no menguar en la lucha
contra la taimada cizaña
ni la lengua ponzoñosa,
ni la mano quejumbrosa
que al arar se rasga toda.
Aunque si la mañana me abandona
y la tarde se me arruga
y la noche con pereza
se voltea y da la espalda,
no habrá razón entonces
para no dar el paso a dar,
para menguarle a la lucha,
ni para nunca dejar de arar
aunque sientas que tengas las manos
destrozadas en mil pedazos.
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