El sol nos baña y el calor nos agobia,
pega duro contra la tierra que se abre en grietas
de a poco las pasturas se secan,
y las bestias sedientas no encuentran
ni un breve espejo de agua queda.
La sequedad enferma y vicia el viento
su caricia de mano áspera lija las esperanzas
de los que abajo se achicharran.
El tedio se vuelve moneda corriente
y ni las moscas volar quieren
cerca de las putrefactas carnes
de las bestias que han muerto sedientas.
No hay nubes ni reparos, ramas secas
sin hojas ni sombra quedan,
se ve en la arena caliente
breves reflejos blancos de huesos
por el sol limpiados.
De noche será peor, el frío se meterá profundo,
la oscuridad y la luz mala serán el corolario
de la espantosa nada del desierto.